“VARIABLE ANDALUZA”

VARIABLE ANDALUZA”

(Adaptación de los metros clásicos al castellano)

Hexámetros y otras formas clásicas

Consideraciones

Sobre el hexámetro en sus distintas derivaciones, diré que al exponer esta cuestión lo que pretendo transmitir al lector no es la fórmula métrica de todos ellos con sus múltiples recovecos y demás —para eso están los estudiosos y eruditos—, sino las posibilidades poéticas que ofrecen y el modo de usar de sus bondades para hacer una poesía que partiendo de los métodos antiguos se adapte a las formas poéticas actuales, ofreciendo lo mejor de ambas concepciones de manera que el oído moderno acepte los ritmos en que están escritas, los asimile y los haga suyos. No entro en las derivaciones de los metros antiguos pues la verdad es que no me interesan para mi conocimiento. No creo necesario atormentar al lector de poesía con las singularidades que cada autor ha ido ofreciendo a lo largo de la Historia y creo que sirven para enredar más que otra cosa.

Pienso que ha llegado el momento de remodelar conceptos, de desempolvar lo mejor del metro antiguo, desvelar contenidos y quedarse con lo esencial de los mismos. La mayoría de sus enunciados no me interesan para mi poesía. No quiero (salvo en cuestiones puntuales) los pies de más de tres sílabas, ni mezclar distintos pies en un mismo verso, a no ser cuando el final de los mismos así lo requiera, como es el caso del hexámetro dactílico puro cuando acoge al troqueo como toque final de verso. Todos los hexámetros castellanos que compongo desde hace años contienen cinco dáctilos y un troqueo de final de verso, es decir, me atengo en todo momento por convicción a la pureza del hexámetro dactílico, sin más concesiones que la de dejar alguna que otra vez —cuando la voz lírica lo requiere ante el empleo de una palabra inicial de cuatro sílabas—, el primer pie de verso en anacrusis.

En la “Variable Andaluza” que propongo desde hace tiempo, no soy partidario de usar pies distintos (fórmula clásica) en los versos de cada estrofa pues restan musicalidad al tener acentos silábicos dispares produciendo una indeseable cacofonía que desluce el devenir del verso. Quiero decir con esto que la estrofa puede ser compuesta en dáctilos, anfíbracos, anapestos, yambos o troqueos, pero nunca deben mezclarse. En un poema de tres estrofas, por ejemplo, una puede ser en dáctilos, otra en anapestos y la otra en anfíbracos aunque siempre será conveniente buscar la armonía en el poema, colocando cada una de las estrofas diferentes en un orden adecuado para que el conjunto suene lo mejor posible. En este caso, cuando se mezclan estrofas de pies distintos en un mismo texto, es el poeta quien debe decidir cómo situarlas teniendo en cuenta la extensión del poema y el número de estrofas.

En los sonetos, tanto el clásico normal como el isabelino, sí creo que se precisa formular una regla para combinar los hexámetros cuando se usan en su composición pies diferentes compuestos por dáctílos, anfíbracos y anapestos, intentando siempre que el orden agilice y embellezca los ritmos del conjunto.

Expongo como ejemplo las normas de lo que denomino “Variable andaluza”, en mi deseo de diferenciar su composición de la del hexámetro castellano (5 dáctlos y troqueo final) al uso, ya que transforma los contenidos esencialmente permitiendo modos silábicos, inclusiones, formas y conductas que no le son propias a éste, sobre todo en anfíbracos y anapestos:

En la “Variable Andaluza” rigen TODAS LAS NORMAS de la Métrica Castellana EXCEPTO en lo siguiente: Todas las palabras finales de verso (agudas, esdrújulas o llanas) tendrán el mismo valor y cada verso tendrá SIEMPRE 17 sílabas métricas.

Dactílicos: Ritmos acentuales en: 1-4-7-10-13-16

Quiero que / sepas que / hoy he te/nido una / noche agi/tada

(5 Dáctilos y 1 Troqueo) 17 sílabas.

(El verso acabará siempre en palabra llana)

Anfíbracos: Ritmos acentuales en: 2-5-8-11-14-16

Te voy a / contar u/na historia / de amor, mi / querida / niña

(5 Anfíbracos y 1 Troqueo) 17 sílabas.

(El verso acabará siempre en palabra llana)

Anapestos: Ritmos acentuales en: 3-6-9-12-15-17

A la ori/lla del mar, / recosta/da en la are/na, soñó / con él

(5 Anapestos y 1 Yambo) 17 sílabas.

(El verso acabará siempre en palabra aguda)

Soneto clásico general:

Cuarteto 1º en Anfíbraco

Cuarteto 2º en Anapesto

Tercetos en Dactílico

  1. Tendríamos que el primer cuarteto consta de pies silábicos que tienen el acento en la segunda sílaba y terminan mediante un troqueo, en sílaba llana.

  2. En el segundo, pies con el acento en la tercera y terminación aguda en yambo.

  3. Los tercetos finales se compondrían en pies con el acento en la primera sílaba y troqueo final terminando en sílaba llana.

Soneto Clásico Isabelino (Inglés)

Serventesio 1º en Dactílico

Serventesio 2º en Anapesto

Serventesio 3º en Anfíbraco

Pareado en Anapesto

  1. El primer serventesio es dactílico, acento en la primera sílaba y troqueo final.

  2. El segundo en anapesto con su acento en la tercera y terminando en yambo.

  3. El tercero en anfíbraco, acento en la segunda sílaba y terminación en troqueo.

  4. El pareado final en anapestos para compensar la descompensación troqueo-yambo que se genera dada mayoría de dáctilos y anfíbracos en la composición.

Pasado Clásico – Presente en la Variable Andaluza – Diferencias

Mi pretensión es establecer las oportunas diferencias entre el Estudio y la Composición de los metros clásicos. No podemos seguir atados a unas fórmulas que aun siendo maravillosas en lo esencial, contienen elementos de medida que no nos son afines para la composición de versos basados en lo clásico. Hay un abismo entre la medida cuantitativa de griegos y latinos, basada en tonos fuertes o débiles propios a su alfabeto, y la cualitativa basada en el acento. Encuentro, además, que nuestra fórmula métrica es más poética en lo esencial y que no podemos seguir atados a metros que estrangulan los modos y formas de la poesía en lengua romance contemporánea.

Entiendo lo clásico como materia a estudiar, respetando todo cuanto han aportado a través de los siglos a las formas modernas y guiándonos hacia una mejor manera de hacer aflorar el espíritu. Ellos fueron los precursores pero el mundo sigue girando y desde el respeto, amor y agradecimiento que merecen los clásicos, creo llegado el momento de adaptarnos, emulando e intentando superar prejuicios que impiden la creatividad plena en los variados y maravillosos metros heredados de nuestros antiguos creadores. De hecho, desde hace un tiempo y con mayor o menor acierto, ha habido precursores que han ido tejiendo a trompicones la bellísima tela que vio nacer y arropó al hexámetro castellano, utilizando en sus versos formas que aun sin ser hexámetros propiamente dicho, se componían mediante pies métricos basados en los clásicos.

Cuando Rubén Darío, por ejemplo, compuso las estrofas de su poema “Sonatina” en alejandrinos (pese a las impurezas que representan los indeseados acentos extrarítmicos) tuvo bien presente la forma del pie anapesto griego para adaptarle a su obra los ritmos y, pese a lo imperfecto del estilo métrico, está claro que suenan estupendamente.

La princesa está triste… ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave de oro;
y en un vaso olvidado se desmaya una flor”.

Pese a que Rubén no atinó con el hexámetro aunque lo intentó denodadamente, no cabe duda de que su intento sirvió de acicate a futuras generaciones, sin olvidar al maestro malagueño Salvador Rueda, en este terceto de su soneto “Lámpara de la poesía”:

Vierte en el aire la lámpara noble sus sones divinos

que goteantes de sílabas puras derraman sus trinos

desde el tazón del cerebro de lumbre que canta sonoro”.

Rueda fue uno de los primeros que demostró que se podían hacer sonetos bastante logrados en el incipiente, rígido y desconocido hexámetro castellano.

Las seis clases de versos engendrados por cada pie métrico fueron los Monómetros, Dímetros, Trímetros, Tetrámetros, Pentámetros y Hexámetros, amén de una pléyade de derivaciones en las que no entro porque no viene a cuento ni interesan a este pequeño estudio sobre la adaptación de lo positivo a nuestra poética. La tarea de diseccionar formas métricas muertas queda para el erudito forense, no para el poeta.

Algunos de los ritmos clásicos que uso en mis composiciones. Unos me permiten composiciones tal cual; a otros he de sumarle la Variante Andaluza para dotarlos de lógica, ritmo y medida:

Dáctilo arquíloco (pequeño arquíloco)

Pies clásicos que se componen de 2 dáctilos + 1 sílaba.

Equivalente a un verso heptasílabo con acentos en sílaba 1 y 4 quedando las demás libres. Desde mi punto de vista esta composición carece no solo de sentido práctico sino que carece de sentido a secas aplicado así, al menos en la métrica castellana.

Mediante la Variable Andaluza le adapto a la sílaba final (haciéndola aguda) otra llana, quedando así: 2 dáctilos y un troqueo. De este modo daría lugar a un hermoso octosílabo con tres acentos rítmicos en 1-4 y 7.

Anapesto coral (Monómetro hipercataléptico)

Pie clásico compuesto de 2 anapestos + 1 sílaba.

Me parece una composición que permite hacer auténticas maravillas. Lo uso frecuentemente para componer versos alejandrinos aprovechando dos monómetros para dar vida a los obligados hemistiquios. Los dos heptasílabos que conforman el verso permiten un ritmo sin igual para perfeccionar los alejandrinos. Los acentos recaen en las sílabas 3-6-/10 y 13. Sin impurezas, constituyen una verdadera explosión rítmica.

Tetrámetro cataléptico

Pie clásico compuesto de 3 dáctilos + 1 sílaba.

Este es otro ejemplo de dislocación métrica que no permite componer nada serio. No obstante, se puede remediar mediante la Variable Andaluza, haciendo aguda la sílaba final (una solución a medias). Mejor aún, sumar a la aguda otra sílaba llana, o lo que es igual, añadirle un troqueo a los dáctilos. Quedaría así: Acentos rítmicos en sílabas 1-4-7 y 10, un ritmo perfecto. El resultado sería un radiante endecasílabo que haría palidecer de envidia a nuestra maravillosa gaita gallega. Otra solución (aunque algo menos musical) sería cambiar los dáctilos por anapestos: 3 anapestos + 1 sílaba suelta. Esto daría lugar a una composición con ritmos en 3-6 y 9.

Tetrámetro

Composición clásica de 4 pies métricos sin especificar cuáles.

Aplicando la Variable Andaluza podríamos conseguir un magnífico tetrámetro puro. Para ello se deben utilizar pies anfíbracos que darían como resultado la siguiente combinación rítmica: 2-5-8 y 11. El efecto musical resultante es de una gran belleza.

Pentámetro yámbico

Esta exquisita composición consta de cinco pies yámbicos y es la fórmula que emplearon Shakespeare y Spenser, sobre todo, en las Islas Británicas y con las que compuso William su The Sonnet. Se puede realizar en castellano pero su uso a gran escala estaría muy condicionado por nuestra lengua romántica. En cambio, el idioma inglés se presta perfectamente dada su cantidad de palabras bisílabas en una conversación o texto. La composición rítmica del verso quedaría así: Acentos en 2-4-6-8 y 10, perfecto en composiciones en lengua anglosajona pero excesivamente lacónico en lenguas romance.

El verso en pentámetro yámbico quedaría así:

Fugaz llegaste a mí un día cualquiera…”

Del resto de composiciones clásicas (una intrincada maraña de formas métricas, en general muy confusas), apenas si cabe resaltar alguna más que merezca ser adaptada al castellano, salvo los desaparecidos jónicos. Casi todas se pierden en derivaciones de las ramas principales y recursos individuales que se han ido sumando a lo largo del tiempo y que lo único que hacen, desde mi punto de vista poético, es complicar unas formas de por sí harto complicadas, e inútiles desde la óptica poética lógica actual. Para estudiosos del mundo clásico, no poetas, es una verdadera mina que les mantiene muy entretenidos en su anhelo de rizar el rizo hasta el infinito. A mí me resulta extremadamente cargante.

Conclusión

A lo largo del tiempo, voces presuntamente doctas han ido dejando aportaciones contradictorias —y a veces sumamente confusas— que enredaron todavía más el trasfondo de los metros clásicos. Incluso el huero horaciano Moratín, se atrevió a desollar dichos metros en un alarde de conocimiento “magistral”. Hermosilla ahondó aún más al comparar la yuxtaposición de dos pentasílabos con el excelso metro. Juan de la Encina publicó un “Arte de Poesía” que confundió a sus contemporáneos y se atrevió a afirmar que un pie no era sino un verso. Nebrija, más lúcido, publicó que: “de los pies se componen los versos y de los versos las coplas”. Luzán, espantado, puso las cosas en su sitio al aclarar que: “el pie es una parte del verso”. Aún hoy, hay sesudos teóricos que afirman con rotundidad que no se pueden componer sonetos en hexámetros castellanos.

Cuando el latín se desgajó en distintas lenguas romance, nos dejó sumidos en el profundo estancamiento de la medida cuantitativa, con unos versos imposibles de ritmar y una poesía en ciernes que se desmoronó casi por completo. Afortunadamente, la realidad y las penetraciones del exterior, se encargaron de hacer desaparecer las voces fuertes o débiles, inaplicables en la poética de las jóvenes lenguas Aparecieron las agrupaciones vocales en forma de diptongos, posibilitando la función de limpiar los barros que cubrían la maltrecha poesía del momento y el Parnaso respiró aliviado.

Poco a poco se fue comprendiendo que la voz se sostenía isotónicamente sobre las sílabas ¡Aleluya!, y que el espíritu necesitaba de otro sostén para cantar o recitar en libertad la belleza interior rompiendo viejos moldes. Se aceptó al fin, aunque a regañadientes por algunos, un principio lógico y espiritual: el Acento.

Hubo quien dijo: “Si la cantidad es el cuerpo, el acento es el alma de la palabra, y su ley de unidad la razón de su individualidad”, o como dijo poéticamente Benloew: “El resplandor brilla sobre una de las sílabas pero las ilumina a todas”.

Claro que no todo fue un camino de rosas y costó lo suyo pasar de lo cuantitativo a lo cualitativo, sobre todo cuando nos llegaban composiciones de los maestros italianos, que se habían enganchado a la modernidad antes que nosotros y versificaban con soltura los nuevos ritmos. Se llegó a pensar que aquello era brujería pues no se entendía cómo podían sonar tan musicalmente los poemas italianos y tan endiabladamente mal los castellanos. Con la llegada al país del modo cualitativo y su adecuada utilización, aparecieron la cadencia y el ritmo en la poesía española y el poeta respiró al fin satisfecho. Se comprendió entonces que un endecasílabo mal acentuado les arrojaría al mundo de la prosa y de esta al abismo de las cacofonías. El descuidado Garcilaso nos dejó abundantes pruebas de ello en sus erráticos sonetos.

El acento cualitativo significó en su momento la espiritualización del lenguaje rítmico, sin duda. Y su hallazgo posibilitó la recuperación de una poética que se encontraba bajo mínimos.

Creo sinceramente que, después de 3000 años de casi total inmovilidad, el pie clásico con su cohorte de bellísimas posibilidades debe soltar amarras, dejarse llevar por las aguas y navegar por los mares de la modernidad. Estas formas tan rígidas eran magníficas para memorizar contenidos, sobre todo guerreros, allá en la Grecia clásica, lo cual permitía al rapsoda aprehender de manera relativamente fácil los versos y recitarlos, cantarlos o escenificarlos por pueblos y aldeas, pasando estos por transmisión oral a las siguientes generaciones y así sucesivamente hasta que el mundo latino tomó el relevo y elevó la conjunción poética a través de los pies clásicos a la categoría de arte, dotándolos de una plasticidad indiscutible aunque escasa de variantes propias.

No obstante, no hubo cambios de fondo apreciables en la estructura básica. Los poetas latinos embellecieron el legado adornándolo y confiriéndole una exquisita estética a través de autores tales como Ovidio, Lucano, Plauto, Terencio y sobre todo Virgilio. En la península ibérica el hexámetro, salvo como curiosidad, pasó prácticamente desapercibido dada la creencia que ha durado hasta nuestros días de que el hexámetro era inalcanzable para nosotros dada su dificultad.

Casi a finales del siglo XIX hubo un conato de interés que no llegó a fructificar tras los intentos fallidos de Rubén Darío y un grupúsculo de poetas interesados en ello. Pero ocurrió algo extraordinario gracias a esos intentos, aunque los interesados no llegaron a disfrutarlo: este grupo de poetas, sin saberlo, estaban sentando las bases de lo que ya en pleno siglo XX se comenzó a llamar “Hexámetro castellano”.

Ocurrió que se pensó —aunque no llegó a cuajar del todo— que si se aplicaba una sílaba aguda donde los griegos situaban una voz fuerte y sílabas llanas donde ponían las voces débiles, se podía lograr algo parecido a los fundamentos del pie clásico y consiguientemente al hexámetro. Y así, como ya he dicho, nació la idea del hexámetro castellano pese a la oposición de los sabios teóricos que lanzaron el grito al cielo proclamando la imposibilidad del hexámetro en nuestra lengua. Y en esas estamos aunque se cuenta con los dedos de una mano los que usamos los pies clásicos a nivel profesional en nuestros días.

En fin, creo que esta situación ha cambiar en bien de las letras castellanas y el modo clásico debe adaptarse a los tiempos si quiere interesar a las nuevas generaciones, tanto de poetas como de lectores. En tu mano, aedo, está el remozarlo y conseguir que el oído se adapte a estos extraordinarios ritmos, tal y cómo hace siglos hubo de acostumbrarse a los efectos sonoros de aquél diabólico endecasílabo de ritmo extraño recién llegado de Italia, al que llamaban soneto.

En Almería, Andalucía, España, marzo de 2011


Antonio García Vargas


2 comentarios
  1. Difícil de llevar a cabo pero interesantísimo como aprendizaje.

  2. Mi querido amigo. En España todo es difícil últimamente tal vez porque hemos cometido el error de insensibilizarnos en demasía. Mas no ocurre así en otros países, afortunadamente. En México, Estados Unidos y Canadá, entre otros, hay un gran interés por este asunto, sobre todo a nivel de profesores de niveles superiores de literatura y universitarios.
    Todo se andará, no hay prisas, poco a poco se irá abriendo camino y al tiempo también se irán abriendo mentes que permanecen cerradas por inanición en este nuestro bendito y a veces absurdo país.
    Un fuerte abrazo.
    Antonio

Deja un comentario