Antonio Arroyo Silva, España

Antonio Arroyo Silva. Nacido en Santa Cruz de La Palma, Canarias, España, en 1957. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de la Laguna y profesor de Lengua y Literatura Castellana. Ha sido colaborador de revistas en papel, como Artymaña, La menstrua Alba (de Canarias), Zurgai (de Bilbao) y de revistas digitales como la de la Sociedad de Escritores de Chile, Cinosargo, etc.
Ha publicado tres libros de poemas: Las metamorfosis (Cabildo Insular de La Palma, 1991) Esquina Paradise (El Vigía Editora, 2008) y Caballo de la luz (El Vigía Editora, 2010). En preparación tiene los siguientes poemarios: Symphonia, Marzo, Fila Cero y Poética de Esther Hughes y Casi luz.
Fue 2º premio en el concurso de poesía de Granadilla (Tenerife), en 1981.
Ha participado en el Festival Internacional de Poesía encuentro 3 Orillas (Tenerife 2009) y en el Homenaje de Poetas del Mundo a Miguel Hernández (junio de 2010)
Actualmente es vocal de la Asociación Canaria de Escritores.

Poemas:

QUINTO MOVIMIENTO
1
Hay demasiado abismo en la raíz,
no fulge
la ondulación abajo.
No cruje como el néctar
en la lengua del bosque.
Un ciprés invertido
hacia el dolor del tallo.
La aspersión de la rama
se retuerce hacia adentro.
La redondez del hoyo,
la vigilia del labio.

2

Demasiado temor
la sabina en su carne.
Un almíbar ajado por la acritud del hueco
se dispersa en los poros de la salvia,
se adhiere
a las manos que hablan
de su desasosiego
de verterse en la sed.
3
La torsión del alisio.
Discurre su aspereza
hacia arriba hacia abajo
en un río de hojas.
Transparencia del verde
sobre las manos frías.
La sabina le habla
al huracán dormido.
4
Escucha a la sabina
raptando la conciencia
del mirlo allá en la cresta.
Anochece el plumaje
que eriza el desarraigo
en la cálida copa.
La raíz en el pico,
la fuga hacia lo denso.
5
Te dirán la sintaxis
de su respiración,
la negritud del hueco
en su fruto azulado,
la blancura de ser
huérfano del eclipse.
Te dirán las sabinas
su lenguaje de ondas
más allá del silencio.
6
Hay demasiado abismo,
demasiado temor.
La torsión del alisio
escucha a la sabina.
Transite la corteza
su roja nervadura.
A vaciar la oquedad
de adorables cadáveres.
7
Mas no la pesadumbre ni la danza fugaz
del viento huracanado.
No el vahído del búho en la pared mojada
de su desasosiego.
Redondez de sabinas: el hueco más allá
de la lámpara verde.
Estalactita en la tibia, la espora
de los pasos fisgonea el fulgor
del bosque que trasvasa mi saliva de estar
en el vientre del bosque.
De Symphonía

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EL VIENTO

1

Sangrado por la crin

de los caballos

llega el viento

Aúlla donde el lobo

mece la hierba

2

Palmera de cristal

que silba en las orejas

del helecho

Vidrieras del fervor

con la fiebre encendida

La melena del viento

La maleza azul

cuando reposa

3

Discurrir

no pensar

El río no es zapato

de la aspersión

Relamer las luciérnagas

Engullir

su melaza de luz

4

Animal esparcido

el viento

Poro de ti

Huracán de los poros

muerde la soledad

la deshila de dientes

5

Del cobre trae pestañas

Un sol es el azogue

de las algas

Serpentea de peces

en la escama del viento

Crepitar en la luz

no deja en la ceniza

las huellas del vahído

Pero sigue animal

el paso de la lluvia

6

Mariposa es trinquete

palo mayor del cielo

Nada más un velamen

No el país de los pies

Las tederas y el musgo

no marchitan naranjas

7

Uñas no afilan vientres

de lechuza

Uñas de aulaga nacen

donde empuja la luz

y esparce

las ventanas del viento

8

Arrecia el animal

esparcido

Serpiente

al acecho no llega

mientras gira y transcurre

Del cobre

trae pestañas verdes

Uñas sangrando

por la crin de la hierba

o el pisar del caballo

en las gerias del viento

No el país de los pies

No la distancia líquida

de girar lo desnudo

en los páramos rojos

Mariposa no más

silbando en las orejas

un orujo de luz

9

Leer es recordar

la piel de los sentidos

Hasta los poros llegue

lo que no incita sílabas

El hongo del olvido

que se arquea en el viento

y llena la oquedad

de esquinas amarillas

Leer es recordar

la piel de los sentidos

La dulzura en lo acre

el quilate en el rayo

de un sol inesperado


De Poética de Esther Hughes

ese viento llegó de los pájaros

trajo plumas y esporas trajo la soledad

a las persianas

trajo una luz y una rueca para punzar el aire

crepitar en la usura del ojo que se esconde

en sus cavernas cuando los ve en la lejanía

alongados al lomo de animal esparcido

que aúlla y no pregunta

no tener la certeza no sea incertidumbre

los pájaros lo saben

cuando el invierno arrastra sus alas hacia el sol

cuando miran el vértigo de vernos asomados

al vacío absorbente

de un sol innecesario los pájaros no tienen

la certeza de nada

no se asoma a sus ojos lo que no vuela o nada

no cruzan los umbrales ni los puentes del árbol

sólo anidan al son que marcan las raíces

y entonan alabanzas sin ningún argumento

siquiera del instinto

De Poética de Esther Hughes

La eternidad se queda en un punto recóndito.

Se cuece su estallido, desgrana su mazorca

en las islas fugaces de maizales espesos.

No tomar girasoles de donde pace sombra

pareciera un agravio a la danza azulada

de las peces durmientes que vienen de sangrar

el oscuro navío por la ceja del sol

hasta llevar al párpado la opacidad volátil

de lo eterno que toma el fardo de los sueños.

Oh dentellada cruel de vivir bajo el frío,

no expandir el silencio por el dolor del liquen

aferrado a no ser más que un tronco celoso.

Y quedarse en suspenso sin tocar lo absoluto.

De Casi luz

Clávame tu puñal

hasta lo insoportable. Yo me rindo a tu agravio.

Hiéreme hasta el fondo, donde algo aún quede

de mi dolor humano. Excava un agujero

sobre tu corazón y déjame enterrado

bajo el latido tuyo.

Yo me rindo, si luego germinara de ti

mi corazón desnudo. Yo me rindo a tu agravio,

pues seré tu coraza.

De Casi luz.

SEXTO MOVIMIENTO

1

Odio desde la cáscara
hasta el ombligo mismo.
Ese crujir de tea
que se adhiere a la carne
trae un resabio áspero
desde el latir del tronco
a la aspersión del tuétano.
Odio sobre la rama,
la lujuria del mirlo
con un dulzor de labios,
en la esquina aulladora
que trepa el tragaluz
como un lobo del páramo.
Subir los escalones
a la copa del odio
con el barniz del diente
bullendo hasta el amor.
2

Amo desde la carne
de la guayaba el liquen
que trepa por el tallo
a rezumar la sed.
Vegetal estallido
lleva un sabor al ojo,
la desazón no vista.
Nervadura de río, lengua
azul en el bosque.
Reverbera en el diente
hasta un crujir de savia.
3

Pero no es el amor
ni el odio lo que mueve
la dispersión del habla.
El roce de la lengua
por el muslo soñado.
Lo imperfecto perfecto:
el desgarre del vientre
cuando la laurisilva
germina del sabor
acostada en la fruta.
4

Reverbera en el roce
la palabra dormida
bajo el humus del labio.
Germina de la espora
la humanidad del drago.
Discurrir por la piedra
con las manos del tiempo
señalando los signos.
Tener la savia roja,
la conciencia en el tronco.
La soledad sangrando
de la memoria dulce.

5

La memoria atrapada
en cada enunciación
de cada esquina turbia
después del aguacero.
La memoria es corteza
que se queda en la piel.
6

La espina danza, trepa
al vientre de Isadora.
Terpsícore del humus,
la fugacidad, su huella.
Hay un eco en el hombro
de este vestigio Duncan
adherido a la zarza.
7

Te odio desde la cáscara,
te amo desde la pulpa,
pero no es el amor.
Reverbera en el odio
la memoria atrapada:
su espina danza trepa.

Symphonía, 2008.

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Fernando Sabido Sánchez


4 comentarios
  1. Un agrado esta lectura, la poesía de Antonio Arroyo que nos toca como la brisa del mar. Mis felicitaciones por esta publicación y mis agradecimeintos por compartir sus letras, abrazo desde Santiago de Chile

    Leo Lobos

  2. Muy agradecido, amigos. Un abrazo.
    Antonio Arroyo.

  3. admin

    Gracias, Antonio. Ha sido un placer incluirte en Arte Fénix y espero contar contigo.
    Un abrazo.
    Mara Romero Torres

  4. admin

    Gracias, Leo. En breve estarás en Arte Fénix.
    Un abrazo.

    Mara Romero Torres

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