De versos y poetas

Busto doble de Homero y Menandro. Copia romana de un original griego perdido

No deja de ser triste que el poeta pierda día a día el sentido de la poesía en aras de una supuesta libertad de expresión que no es otra cosa que ignorancia de lo que es y debe ser la poesía o el poegrama en el bellísimo formato que le es propio.

La esencia de las cosas, contenida en el formato métrico-poético, no puede ser la misma si se la despoja de los elementos que le han sido otorgados a través de los siglos. Todo poeta que no tiene una idea exacta de lo que es la poesía, lamenta amargamente la dificultad que entraña al sentimiento el mostrar un pensamiento espontáneo a través del “encorsetado” métrico, olvidando que la cadencia, ritmo y música propios de la poesía, solo son posibles si se muestran como acompañamiento del ictus espiritual interno del que brota la inspiración, que sin un adecuado ordenamiento sería imperfecta. Un pensamiento expresado tal cual nunca pasará de ser mero pensamiento presentado de una manera más o menos bella, pero nunca será poesía completa.

La versificación es el modo natural de la poesía y una vez se acepta esto, se estudia y se domina, no existe forma más lógica, práctica, libre y sencilla, para expresar el sublime arte del verso. El poeta, una vez aceptados y comprendidos los fundamentos de la métrica, dispone de mil maneras de sacarle fruto a sus conocimientos y lo que para algunos aparece como obstáculo, es para él fuente continua de elevación creativa y recreación estética pura, prolongando la idea inicial a límites insospechados donde los sentidos se expanden hasta el infinito de un maravilloso desfile de imágenes que dan lustre y colorido a la excelsa palabra.

La poesía supone un estado espiritual distinto y por ello precisa romper el molde ordinario que contiene al lenguaje para de este modo dotar a la palabra de contenido y que todo el sentimiento aflore con su carga emotiva satisfaciendo todas las necesidades del espíritu y haciendo que fluya incontenible por encima del mero decir. Cuando se conoce y se sabe aprovechar al máximo los recursos sonoros, el poeta musicaliza de tal modo la palabra que esta fluye exaltada manifestándose en un lenguaje superior proyectando el sentimiento hasta hacerlo presente ante el que escucha, el verso se hace más sonoro, vibra y hace vibrar con el aporte invisible de la palabra-música con que se expresa. Todo aquello que está más allá del pensamiento común debe ser expresado en lenguaje poético, dejando la prosa para el lenguaje familiar, narrativo, coloquial o explicativo y expresando lo trascendente a través del verso.

El verso sobrevino originalmente como inspiración-imitación ante lo bello y lo hizo de manera natural, sin artificiosidad, empleando unos modos distintos de expresión, imbuidos por la maravilla del sonido natural de las cosas —la primera poesía—, como correspondencia a algo superior que precisaba ser imitado con sonidos acordes al original: la hoja hablaba al ser mecida por el viento, el animal rugía, el mar gemía, el fuego chisporroteaba. Después, la garganta aprendió a flotar como la de los pájaros, a vocalizar humanizándose y posteriormente, siglos después, se le dio forma gráfica a aquellos sonidos y a esas voces para, una vez escritas y en vista de que seguían un determinado patrón, llamarlas métrica poética, como elemento que la diferenciaba del lenguaje común. Y esta fórmula maravillosa donada por la Naturaleza amiga al humano, una vez descifrada, reconocida, asimilada y puesta en práctica por las siguientes generaciones, permitió a Homero y a sus seguidores componer hermosas creaciones que aún perduran nutriendo nuestro intelecto al tiempo que acompasan el ritmo cardíaco, muscular y emocionalmente, con sus hermosísimos ritmos en hexámetros y metros posteriores.

Pensar que estos elementos reunidos en pies métricos hace más de dos mil quinientos años para hacer posible la coordinación de ideas, la memorización del verso y la cadencia de las voces de los antiguos rapsodas y aedas —cuando la poesía era todavía de transmisión oral—, son una carga para la poesía, contienen artificiosidad o han quedado obsoletos, es un error que lleva al oscurecimiento de las antiguas enseñanzas de la técnica del lenguaje poético que nació como lengua natural y emocionada ante la contemplación de la belleza sin velos y es una bofetada ingrata a todos y cada uno de los distintos pueblos y civilizaciones que se preocuparon por hacerla llegar hasta nosotros.

Cansado estoy del verso sin poesía y sin embargo encuentro poesía o prosa poética en un lienzo, una pieza musical, un paisaje o en los detalles más nimios, y me inunda hasta lo más profundo en una mirada, un lindo amanecer o un acto de amor. La poesía nos circunda, nos envuelve, se expresa en el color, el dibujo, el canto del ave o el ulular de la copa de los árboles y se nos revela en la palabra rítmica, en el número, en la aritmética toda y en la geometría de las formas, en la luz, proporción o sonido. El universo entero es poesía en movimiento y nosotros, los poetas, debemos ser sus aedas conservando viva la sagrada llama del divino decir. Cuando el vate genera voces poetizadas, no hace sino comunicar o hacer visible el interior de las cosas, mostrándolo mediante la vibración del alma a través de la armonía creativa que se deriva del conocimiento de la armonía misma, del ritmo y de la cadencia musical de los sentidos activos y durmientes del humano hechos palabra.

Antonio García Vargas


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La desfloración de la anémona

(Epilio)

…Y en el inicio todo fue poesía

Nada es verdad, todo está permitido” —F. Nietzsche—

Párate ahí, de lo contrario no verás más que una caricatura” —J. G. Herder—

Un mundo creado es necesariamente imperfecto,

pero es a la vez el mejor de los mundos pues

entre todos los que aspiraban a la realidad,

éste sólo ha podido tenerla” —G. Leibniz—

Árbol que gime ante el hombre moviendo su copa frondosa.

Grito que el aire proclama asombrando al humano que escucha.

Hombre primero en asombro ante tal maravilla. Y exclama…:

¡Habla! ¡El árbol me habla! Rodilla en la tierra. Postrado

grita: ¡Oh, Dios de la verde extensión! Y se siente pequeño.

Lengua o lenguaje es un pacto del alma consigo; con ella

toda nación es la lengua heredada; fantástica mezcla,

un laberinto del alma, la gran fantasía que brota.

Son abstracciones que surgen, gargantas profundas que arden,

claman decires guardados en gestos y gritos hermanos,

hacen sonar los colores del astro lejano y le hablan.

Formas que gritan en voces que enlazan, sutil mezcolanza,

alma animal enlazada a las almas humanas de siempre,

la metafísica engarza el sentido total de las vidas;

une, desune, enlaza, provee en lo bueno y lo malo,

oye y escucha en criaturas afines y ellos aprenden,

son cognoscibles mas nunca el errático cielo de un dios.

¿Qué plano ocupa el espíritu? ¿Dónde el concepto de hombre?

Puntos que giran unidos al son de la lengua adquirida.

¿Qué estructura de lengua no es desarrollo del alma?

¿Son por ventura los verbos sonantes? ¿Explican los miedos?

No, el origen divino del verbo no explica la duda

ni que se explique desde él el común de las cosas mundanas.

Cual letanía floral que en la noche del tiempo declama,

cuando la copa de un árbol te habla, el ser primitivo

capta el mensaje a través de las hojas vestal y se agacha,

cae de rodillas y reza intuyendo al espíritu hermano.

¡Lengua nación del antiguo! Panteón de reliquias que guardan

miles de esencias, pasiones y cantos, la vida y la muerte

tan hermanados que cuesta trabajo tratar de soltarlos,

tumba también de fantásticas gestas, de amores y odios,

un mitológico edén donde duermen las áuras pasadas.

Toda palabra añadida es familia que crece en el tiempo,

virus verbal o maleza enraizada en torno a la idea,

cruel sanguijuela que chupa la savia del verbo inicial

mas es también florecilla tardía que brota lozana,

cual pequeñísimo tallo que trepa, escala y abraza,

se hace mirada y recita al oído su verso y su magia.

Es el instante, la encina sagrada se alza, se eleva,

muestra su cara olvidada y recita sonidos al alba,

nace el poema, las voces declaman al son de palabras

géneros nuevos, genética alba que inunda los verbos

hasta llevar su mensaje a la íntima fibra del alma.

Verso y creación de los géneros siempre habitaron lenguajes,

son intereses humanos, los genes del habla y la música,

medio de enlace entre el ser que te habla y aquél que te llama.

¡Hombre del cielo estrellado! Tu genio se asombra a mi lado,

tú ya no hablas, perdiste la voz al hacerte solar,

piensas que lo has olvidado. Repite conmigo… ¡Te amo!

¿Qué nos dirías si bajas y expresas tu canto exiliado?

Ponle algún nombre a las cosas pensándote humano, observa

cuántos artículos tienes, los géneros cambian, los verbos

cantan activos y sanas pasiones se engendran, estallan

las melodías, los ríos, las algas marinas te llaman.

Verbo que junta y abraza, que activa pasiones y azares,

hijo legítimo o no, ilegítimo ser que construye,

ata la débil semblanza en humanas fragancias verbales

sobre el sentir primigenio del único instante logrado,

fiel correlato de un tiempo que el hombre dejó en el recuerdo,

luz y pasión, monosílabos, voces divinas y gestos,

entes bisílabos, duendes que el verbo enjugaba, asumía,

dando al conjunto memorias que el tiempo olvidaba o unía.

Naturaleza asonante. Esa antigua vestal lapidada,

rémora infiel de un oído que escucha el sonido divino,

tronco del árbol-tesoro que habita los cuerpos, los cuida,

ama y protege del fuego y la peste, abstracción permanente,

ente divino que escucha el lamento silente del viento,

fúlgeo tesoro que fue primavera en el llanto del niño,

fiel diccionario que imita del sueño la espera de un beso,

viva criatura que aguarda nodrizas que acunen raíces.

lengua tomada de todos los seres, primero en el verso,

prosa después cuando el eco empezó a propagarse ligero.

¿Son esos troncos reliquias del ser? ¿Abstracciones divinas?

¿Sónar de un mismo entender que el oído recoge al inicio?

¿Qué era aquella primera experiencia del ser sino un verso?

Verso expandido en la voz de un poema que unía al humano,

imitación natural de un poema soñante y soñado,

fruto del viento y del agua del mar, de la rama y del pájaro,

mimo del aire, del tigre, del sol abrasante, del hielo…

¡Un diccionario del alma, sonante, sencillo y humano!

Una admirable epopeya, cual fábula plena de acción.

¿Qué otra cosa sino una poesía nació de la lengua?

Piensan algunos que pudo haber sido en el canto del ave,

nido de algún ruiseñor, un rugido en la selva, tal vez

dulce sonido del puma que arrulla ardoroso a su amor,

gato que busca en la noche, venado que otea, bramido,

búsqueda, canto, susurro que induce, que incita, que queda…

Cada elemento viviente se expresa en su grito, en su lengua,

no para el hombre si no para sí, y al sentir su llamada

bellas imágenes forman un rico paisaje en la voz.

Canta Petrarca a su Laura, también en la noche callada

suena del grillo el cricric, la balada se baña en amor,

todos esperan que el canto del otro se haga respuesta;

flotan gargantas al viento en la noche primera de ardor.

Todas las voces a un tiempo, concierto en el bosque, el hombre

siente al hermano en el canto, le ama, le abraza, se funde,

órgano afín de la voz del humano y la fiera, concierto

antes que trino, palabra o grito animal, expresión

simple del ser, no lenguaje de Leibniz ni música extraña.

Como nos muestra la antigua tragedia en lenguaje cantado,

bellos hexámetros, canto y poesía, fragmentos que son

paz y armonía, palabras y signos, mil nombres distintos,

claves que llevan al fin a entender las costumbres, los días,

ciclos de lunas, el beee de una oveja, relámpago atroz.

¿Cómo extraer los sonidos callados, la piedra, el azul…?

¿Cómo nombrar al silencio? No tiene color ni es visible.

¿Cómo llegar a entender con el gesto? ¡Nombrar la mirada…!

Bala la oveja, el gato maúlla, resuenan los truenos,

mas la amistad no nos suena ni encuentra vocablos la boca,

¡Cómo nombrarlos si no encontraríamos con qué distinguirlos!

¿Cómo nombrar lo redondo, el verde, o el gris, si no suenan?

¡Qué pocos números tiene el antiguo! El negro presiente

dioses en copas de árboles, danza en su entorno y le canta.

Un cingalés asustado se encuentra demonios crujientes.

Klopstock construye después sus hermosos infiernos y cielos.

Dado que cada gramática es mero lenguaje en sus usos,

cuanto más pura nos llegue una lengua su origen será

más diluido en el tiempo y con menos gramática parda.

¡Lengua primera! ¡Tan pura! ¡Tan plena! ¡Poema auroral…!

!Fiel diccionario de la Naturaleza!

de Antonio García Vargas

(Estudio poético (epilio) en hexámetros dactílicos

dedicado a Johann Gottfried Herder, 1744-1803)

(A Homero, el precursor)

En Almería, Andalucía, España, enero de 2009


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