La crisis también afecta al cine… pero no a las series
En medio de unos momentos turbulentos que vivimos en nuestra sociedad, con una economía que se resquebraja, unos políticos que no dan con la tecla para mejorarla (si es que existe esa tecla) y las perspectivas de cambio no parecen cercanas, la más que usada palabra crisis también afecta a otros sectores, como el cine, pero en este caso el problema está más enquistado, viene de lejos y no es sólo económico.
Dejando a un lado los llamados “recortes”, que también llegan a la industria cinematográfica y que pueden amputar el talento de algún director en cualquier parte del planeta, el mundo del celuloide, especialmente el americano, que es el más seguido por los aficionados, lleva atravesando una importante travesía en el desierto que se ha agudizado aún más en el comienzo de este nuevo milenio.
Salvo contadas excepciones y de mano de creadores ya veteranos como el genial Woody Allen, Clint Eastwood, en estado de gracia desde hace unos años, Martin Scorsese o Steven Spielberg, unos verdaderos clásicos ya, la calidad de las cintas ha bajado considerablemente y la tendencia es cada vez menos alentadora. Sin ir más lejos las dos últimas ceremonias de los Oscar han premiado a dos películas como En tierra hostil, una historia en forma de documental que no nos cuenta nada nuevo sobre la guerra de Irak, y El discurso del rey, un buen guión, bien interpretado, que deja un sabor de boca dulce pero que no emociona, que no queda en la retina. Las había mejores, por ejemplo este año Valor de ley, una historia conmovedora del viejo western, pero que ni siquiera es una historia original.
Algo está pasando cuando le preguntas a alguien cuál es la mejor película, o mejores, de esta última década y no sabe a bote pronto lo que responder. No salen títulos que hayan quedado clavados en la memoria colectiva. Eso no pasaba en los ochenta, en los setenta, en los sesenta (década floja, por cierto), en los cincuenta o en los maravillosos cuarenta. A todos nos sale un puñado de títulos míticos de aquellas épocas. Las actuales las recordamos, si acaso, porque están más cercanas en el tiempo y porque nos las bombardean en la televisión pero no porque nos hayan enamorado, salvo contadísimas excepciones, claro.
Y hablando de televisión, normalmente mal considerada por sus programas basura, siempre ha fomentado series de ficción que en algunos casos han quedado para el recuerdo como El fugitivo, Los Ángeles de Charlie, Arriba y Abajo o El coche fantástico y muchas más no exentas de buen gusto. A veces el paso de los años les ha pasado factura o simplemente han quedado en el olvido. Pero si la tendencia en el cine es a una peor calidad en las dos últimas décadas, en las series ha pasado lo contrario; han aumentado en número de manera considerable y hay que decir que en algunos casos con un nivel altísimo. En especial el canal americano HBO nos ha regalado joyas como The Wire, para algunos la mejor serie que se ha hecho nunca y que narra las historias de la droga y la policía en Baltimore, o A dos metros bajo tierra, la vida de una familia cualquiera que regenta una funeraria y vive justo encima de ella, o Los Soprano, que dignifica la trilogía de El Padrino y va más allá con un mafioso que necesita ayuda psicológica para seguir adelante. Y hay más. Pero todos tienen la misma cualidad: la calidad. Unos guiones medidos y bien desarrollados en varias temporadas (con algunos bajones normales), intérpretes de primer nivel y la atmósfera del mismo cine. Es cine en televisión y sus creadores lo saben y no escatiman esfuerzos en un producto rentable y a la vez soberbio.
No es de extrañar que muchos amantes del séptimo arte hayan pasado en los últimos años más horas delante de la televisión de plasma, con el DVD encendido, con la comodidad que ofrece el salón de casa y el mando a distancia, disfrutando de una de estas series, que en una sala de cine, donde el precio de la entrada ya supone un esfuerzo extra para ir y además no asegura la calidad de la película.
Como decía hace un rato, algo está cambiando cuando vamos a un centro comercial y en la sección de cine cada vez hay más espacio para los maravillosos cofres que recapitulan todas las temporadas de una serie en un envoltorio que además atrae. Pero lo mejor está dentro, un producto que se puede degustar como se quiera, cuando se quiera y de la forma que uno elija.
Dicho lo cual, a pesar de las superproducciones, los taquillazos y sagas millonarias para jóvenes, el cine tradicional, el que contaba una historia que hacía reflexionar toda una tarde, aún no ha muerto, o al menos intentará luchar para seguir viviendo. Cada vez son menos, pero aún quedan joyas sueltas anuales que merecen ser disfrutadas. Y si no, siempre nos quedarán las series de estas dos últimas décadas, que aunque se revisen varias veces no pierden interés, tienen algo llamado calidad.
Sergio Yuguero
The Wire- Primera escena
Best Sopranos Scene – «We’re with the Vipers» -All Right Now