Las Cruzadas VI, tiempos confusos
Dominio musulmán antes de las cruzadas:
1ªfoto: Imperio romano. capital Roma(117 d. C.)
2ªfoto: Imperio romano, sólo de Oriente, capital Constantinopla, 550 d.C.
3ªfoto: Dominio musulmán antes de las cruzadas, divididos en almorávides, fatimíes y selyeúcídas
A principios del siglo XII parece que la suerte comienza a cambiar de bando. El anciano Saint-Gilles, tras una serie de disputas contra otros jefes francos, decide irse a Constantinopla. Godofredo muere por heridas infringidas en el sitio de Acre y Bohemundo cae prisionero en una emboscada que le han tendido los hombres de Danishmend cuando el cruzado marchaba con sus caballeros contra los turcos, que habían puesto cerco a la ciudad armenia de Malatya.
Detalle del desfiladero de Nahr el–Kalb, en él aparecen grabadas las huellas de las diferentes culturas que por allí pasaron.
Pero no va a ser tan fácil para los orientales librarse de la ocupación franca. La mezcolanza, los cruces de intereses, las alternativas en victorias y desastres de uno y otro bando se van a suceder durante muchos años. Así, Dukak, rey de Damasco, acudirá en ayuda de su súbdito beduino de los altos del Golán, que lo llama desesperado por las continuas incursiones de los cristianos de Jerusalén. El selyúcida atacará a una expedición comandada por Tancredo, sobrino de Godofredo, y el propio jefe está a punto de caer prisionero. Como respuesta, el franco asolará los campos de los territorios de Dukak durante un tiempo y como éste no actúa, su propio vasallo del Golán prefiere pagar tributos al cristiano y dejar de obedecer al señor de Damasco. Dukak, entonces, intentando retomar la iniciativa, aprovecha una información que le han facilitado según la cual Balduino y unos quinientos caballeros van hacia Jerusalén, para intentar tenderles una emboscada en el desfiladero de Nahr el–Kalb (el Río del perro).
Nahr el-Kalb, Río del perro
Sin embargo, el cadí de Trípoli, Fajr el-Mulk, que conoce las intenciones del rey sirio, temeroso de que si gana a los frany se convierta en una especie de capitán del Islam y concentre demasiado poder en sus manos, manda regalos a Balduino y, entre ellos, el que éste ni podía sospechar: información sobre los planes que Dukak tiene para emboscarlos y dónde piensa hacerlo. Con esa información, cuando los francos llegan al desfiladero, retroceden y Dukak, confundido, no sabe cómo reaccionar. Manda, al final, que los arqueros disparen sus flechas, pero mantiene quieta a la caballería; las tropas se desmoralizan ante la situación y dan lugar a que los caballeros cristianos puedan huir prácticamente sin pérdida alguna.
Tres semanas después Balduino se proclama rey de Jerusalén y se dispone a estabilizar el gobierno cristiano de la ciudad. Tras la toma de la ciudad, muchos frany habían dejado Jerusalén para volver a sus tierras, lo que dificultaba su control de la situación. Pero en mayo de 1101, nuevos ejércitos cristianos, según dicen, más numerosos que nunca y con Saint-Gilles al mando, han cruzado el Bósforo y van hacia las tierras árabes.
Coronación de Balduino I de jerusalen (de la historie d´Outremer, siglo XIII)
Killiy Arslan y Danishmend se alían para intentar frenarles en su avance; pero los movimientos que hacen los confunden. Los esperaban por Nicea, y allí ni se han acercado; de repente, en Junio, se enteran de que están ante Ankara, ciudad en pleno centro de Anatolia y bajo el dominio de Killiy Arslan, que ni podía imaginarse que sería atacada. Corre a salvarla, pero cuando llega ya está tomada. Decide entonces esperarlos cuando salgan de Ankara para tenderles una emboscada. Pero los espera por el sur, pensando que seguirán por Siria, cuando en realidad salen en dirección nordeste, hacia Niksar, donde Danishmend tiene prisionero a Bohemundo, al que, a todas luces, quieren liberar. Por fin entienden los propósitos y pueden predecir ya el camino que seguirán. Los esperan entonces junto a la aldea de Merzifun. Agobiados los soldados por el calor y el peso de sus armaduras y con clara inferioridad numérica, la expedición cristiana es masacrada. Saint-Gilles y sus allegados huyen sin poder avisar al grueso de su ejército y de entre la tropa y las gentes que la acompañaban, son pocos los supervivientes que quedan, que son vendidos como esclavos y esclavas.
Apenas ha ocurrido esta matanza, cuando ya viene otra nueva expedición de cruzados que avanza por Asia Menor. Esta vez su camino es más previsible: van hacia el sur; pero agotados por la aridez del terreno, cuando son atacados por los musulmanes ni ofrecen resistencia. Llegará todavía otra tercera expedición de occidentales por la misma ruta y con el mismo resultado de cansancio y deshidratación. Soldados, mujeres y niños, cuando llegan cerca de la ciudad de Heraclea, se arrojan en desorden hacia el río en busca de agua y allí los están esperando los hombres de Killiy Arslan, que de nuevo hacen multitud de muertos y prisioneros. Es un triple desastre del que los cruzados no van a recuperarse ya nunca del todo; pero sin embargo, todavía tienen muchas bazas que jugar pues el mundo árabe se halla tan dividido que les facilita las cosas. Otro claro ejemplo de esto lo tenemos en la batalla de Trípoli. Saint-Gilles, de nuevo en tierras árabes, se dispuso a atacar de forma temeraria, con apenas unos cuantos cientos de soldados, la ciudad de Trípoli. Dukak había mandado muchos guerreros para ayudar al cadí de Trípoli, Fajr el-Mulk; pero no olvidaba la traición que éste le había hecho en el desfiladero de Nahr-el-Kalb permitiendo que Balduino y los suyos se escaparan sin daño y ahora se lo iba a hacer pagar, aunque fuera a costa de arriesgarse a perder una ciudad de la importancia de Trípoli. Nada más aparecer los ejércitos cruzados, los soldados de Damasco y los de Homs se retiran y se van, dejando solos a los de Trípoli que, confundidos y desmoralizados, son vencidos por unas fuerzas muy inferiores en número. No llegarán a tomar los cristianos Trípoli del todo, pero la van a controlar construyendo delante de ella una ciudadela que la ahoga incomunicándola.
Las alternativas se van a suceder con victorias árabes a veces, que nunca saben aprovechar para acabar de expulsar a los invasores, y cruzadas en otras ocasiones, pero que tampoco consolidan del todo. El principal problema que tienen los francos es que no pueden mantener gran cantidad de tropa de forma estable en unos territorios tan alejados de sus tierras natales y tampoco se han ganado la simpatía de los sometidos como para tenerlos de su parte.
Van a compensar eso construyendo gran número de castillos, que es el principal legado que dejarán cuando años después acaben por irse del todo. Pero es mucho más lo que se van a llevar a sus tierras de origen, pues no es sólo el botín lo que irá con ellos. En su paso por oriente habrán aprendido muchas cosas que no conocían y se llevarán productos y saberes que de otra forma nunca hubieran llegado a tener. En los territorios occidentales ya ocurrirá en al-Ándalus que muchos de los saberes greco-latinos, salvados por los sabios árabes y enriquecidos con aportaciones propias y de lugares como China e India, lleguen a Europa a través de la escuela de traductores de Toledo (creada en tiempos de Alfonso X el Sabio).
Saber áraba. Escuela de Traductores de Toledo
En oriente estaba pasando algo similar gracias a la convivencia obligada de los caballeros cruzados y las familias que iban con ellos y las avanzadas ciudades de Oriente. De ese modo, los europeos asimilarán conocimientos nuevos, a veces a costa de haber perdido batallas por no tener un adecuado sistema de comunicación, como pasaba con la utilización de palomas mensajeras que utilizaban para comunicarse los árabes entre sí. Además de palomas para el correo, los occidentales aprenderán un tipo de actividad que va a acabar convirtiéndose en favorita de muchos nobles cristianos:
la cetrería; el bello arte de domesticar aves rapaces para cazar con ellas. Y no hay campo en el que no haya cosas que hoy disfrutamos en occidente que debemos o bien a la convivencia del Islam y el cristianismo en al-Ándalus o a la que se dio en las cruzadas. Así, la lírica en la poesía, multitud de avances en medicina, filosofía, astronomía, geografía, álgebra, geometría, química, agricultura…, muchos de ellos provenientes de la Grecia clásica, actualizados y perfeccionados por los sabios árabes; productos como la naranja, el limón, el arroz, la berenjena, el café, la caña de azúcar (estos dos últimos exportados después por los españoles al nuevo continente donde se aclimataron tan bien que hoy día son sus principales productores), el caqui, la sandía…, la lista sería demasiado larga para un artículo como éste.
Pero, mientras tanto, para la vida cotidiana de la gente de aquel tiempo y aquellos lugares, las cosas no eran sencillas. El contraste no era sólo entre religiones; los hábitos, formas de enfrentarse a la vida cotidiana, mentalidad…; eran dos mundos de difícil comunicación; para los árabes, por ejemplo, acostumbrados a la justicia del cadí, que aplica la ley coránica y en sus juicios tiene audiencias, testigos (un mínimo de cuatro para cada caso), defensa, requisitorias…, y procura siempre ser imparcial y justo, ver la aplicación entre los francos de la llamada “justicia de Dios”, es algo que no pueden entender.
La ordalía del fuego, otra de las variantes de la “Justicia de Dios”
Esta “justicia de Dios” consistía en cosas como colgar al sospechoso por los omóplatos de una cuerda de manera que al soltarlo cayera sobre una enorme cuba llena de agua. Si era inocente, se hundiría y entonces tirarían de él con la cuerda que llevaba atada y lo salvarían; si era culpable no conseguiría hundirse en el agua. Los cronistas árabes coetáneos cuentan con asombro estos hechos y cómo las pobres víctimas luchaban con denuedo por hundirse hasta el fondo sin conseguirlo, con lo que eran declarados culpables.
Las divisiones del mundo árabe terminaron por extenderse también a los cruzados y van a acabar ocurriendo cosas que merecen profundos estudios antropológicos, sociológicos, políticos, estratégicos y hasta psicológicos. En cierto modo, también hay un paralelismo en algunos aspectos con lo que ocurrirá en los territorios de la península ibérica con los pactos cada vez más confusos entre reyes cristianos y emires musulmanes, a veces en extrañas alianzas difíciles de entender en guerras que se supone que tienen raíz religiosa. Júzguese, si no, como ejemplo, lo ocurrido en 1104, cuando Yekermish, señor de Mosul, propone a Tancredo cambiar a Balduino II de Edesa, al que tienen prisionero, junto a un rescate de quince mil dinares de oro que está dispuesto a pagar, por una princesa por la que siente debilidad Yekermish y que los cristianos tienen prisionera. Para sorpresa del señor de Mosul, Tancredo, que ha tomado Edesa y no quiere tener que dársela a su anterior jefe, le dice que acepta el rescate, pero que no quiere a Balduino, que queda en poder de Yekermish durante tres años más. Pero aún es más difícil de entender (al menos a primer golpe de vista) lo que ocurre en 1108 junto a las murallas de Tell Basher. En el campo de batalla se enfrentan dos ejércitos: en uno los caballeros y soldados de infantería de Tancredo de Antioquía con sus característicos yelmos con protectores para la nariz y, junto a ellos, los jinetes turcos –musulmanes- de largas trenzas de Ridwan de Alepo. En frente, Yawali, emir de Mosul, con su cota de malla cubierta por una larga túnica, y tres batallones: uno de árabes, otro de turcos y un tercero de cristianos entre los que están Balduino de Edesa y Jocelin, señor de Tell Basher… Yawali, que había sucedido en 1107 a Yekermish, liberó a Balduino y le propuso aliarse mutuamente para defender sus respectivas posesiones de Mosul y Edesa. Ridwan, por su parte, teme que Yawali quiera apoderarse de Alepo y convence a Tancredo de que se alíe con él contra el emir de Mosul o éste se hará tan fuerte –argumenta al jefe cristiano- que los francos tendrán un enemigo demasiado poderoso. Tancredo y Ridwan vencen y los soldados de Mosul buscan refugio en la ciudad de Tell Basher, donde Balduino y Joselin los atienden y dejan en libertad para que vuelvan a su región. Sin embargo, cuando Balduino regresa a su ciudad de Edesa, se encuentra con que sus súbditos cristianos se le han rebelado y han constituido una especie de comuna que ha tomado el poder. Balduino manda detener a los principales dirigentes de la rebelión (entre los que hay algunos sacerdotes) y ordena que les saquen los ojos. También en Mosul se le han sublevado sus súbditos musulmanes a Yawali; pero él no lo tiene tan fácil como Balduino: el sultán Muhammad ha puesto precio a su cabeza y Yawali tiene que disfrazarse de mercader y acudir a Ispahán para pedir clemencia, con la mortaja en la mano e inclinándose ante el sultán que acabará perdonándolo y nombrándolo después gobernador de una provincia de Persia.
Mapa de la parte occidental de Anatolia, que muestra las rutas tomadas por los ejércitos cruzados
El triunfo de Tancredo, con Ridwan ofreciéndole vasallaje, convierte a los francos en dominadores de Siria por el norte y por el sur. Trípoli, que no acabó de caer en manos de Saint-Gilles (que murió en uno de los enfrentamientos con los tripolitanos), pero tiene una ciudadela cristiana delante que le impide el comercio si no es pagando tasas y con salvoconductos para poder pasar, es el nuevo objetivo cruzado y, esta vez, Balduino de Edesa y Tancredo de Antioquía están juntos en la empresa. El cadí de Trípoli ha ido a pedir ayuda al sultán y éste le promete auxiliarlo, pero cuando atienda antes los problemas de Mosul, que es tanto como decir nunca, pues aquello no es fácil de resolver. Cuando el cadí, desmoralizado, regresa, se encuentra con que los notables de la ciudad, asustados por su prolongada ausencia, han dejado Trípoli en manos de al-Afdal, señor de Egipto, esperando que así la potente flota egipcia les ayude contra la marina genovesa, no menos poderosa; pero para ello deben llegar a tiempo y no ocurrirá de ese modo. En julio de 1109, Trípoli cae en manos francas y la ciudad es saqueada, incluyendo su biblioteca de la que queman sus libros acusándolos de “impíos” (estaban en árabe, en su mayor parte, aunque muchos fueran traducciones del griego y otros idiomas). Será Beirut el siguiente objetivo y la resistencia de sus habitantes hará que, tras ser tomada, la matanza sea horrible para que sirva de escarmiento. Saida (la antigua Sidón de los fenicios) es la siguiente en caer a manos, esta vez, de guerreros noruegos y sin matanza, sino con un masivo exilio que va hacia Damasco y Tiro, donde la concentración de refugiados empieza a ser preocupante.
Ante la ineptitud de sus gobernantes y reyezuelos, incapaces de ponerse de acuerdo para declarar la yihad que salve al mundo musulmán de la derrota absoluta y la general humillación, comienzan a levantarse voces airadas entre sus pobladores, poetas, místicos, táriqas sufíes (grupos de hombres y mujeres bajo la enseñanza y dirección espiritual de un maestro –shaij– sufí)… Un cadí de la ciudad de Alepo será una de esas voces que van a despertar al dormido cuerpo de los pueblos árabes. La irrupción de este cadí, Abdu Fadl Ibn al-Jashab, en la mezquita del sultán en la oración del viernes en Bagdad, en febrero de 1111, va a levantar un motín que tendrá sus ecos y sus consecuencias.