Las Cruzadas XII. Llega Saladino
En 1162 van a ocurrir dos hechos que precipitarán los acontecimientos. Por una parte, en Egipto toma el poder Shawar que, nada más llegar al poder, acaba con su antecesor y toda su familia, apropiándose de toda su riqueza, además de sus palacios. Sin embargo, apenas lleva nueve meses en el gobierno cuando lo derroca Dirgham y Shawar, avisado a tiempo, huye a Siria y solicita la ayuda de Nur al-Din. Por otra, en Jerusalén hay un nuevo rey: Amalrico, de porte poco masculino y algo tartamudo, pero que tiene en mente una idea fija: conquistar Egipto.
La caída de Shawar le ha parecido el momento oportuno para invadir el país del Nilo, con la excusa de que los sesenta mil dinares que los egipcios vienen pagando a los frany para que los dejen tranquilos no se ha pagado a tiempo. Ha cruzado el Sinaí y ha puesto sitio a la ciudad de Bilbays; pero los sitiados no salen de su asombro al observar que los francos instalan sus máquinas de asedio en el lecho del río que, con la llegada de septiembre, empieza crecer por las lluvias. Bastará con romper un dique de contención para que el agua haga el resto y los invasores tengan que huir sin tiempo de salvar gran parte de su equipo de guerra.
La primera invasión ha fracasado, pero hace ver a Nur al-Din el peligro de que Egipto sea tomado por los frany, con lo que sus escrúpulos por colaborar con las chiíes fatimitas de Egipto pueden ser apartados. Shawar, por su parte, promete reconocer la soberanía del señor de Alepo y Damasco y enviarle una tercera parte de lo que recaude. Nur al-Din cuenta con el apoyo de su general Shirkuh, partidario de la intervención. Es éste un peculiar guerrero, de muy mal genio y mal encarado, obeso y tuerto, pero muy querido por sus soldados, con los que comparte rancho y bromas y a los que ha demostrado en diversas ocasiones su valor.
Río Jordán
Mientras Nur al-Din y su ejército distraen a Amalrico con algunas maniobras, Shirkuh, acompañado de Shawar y unos miles de jinetes, siguiendo el curso del río Jordán, luego hacia el Mar Muerto y el Sinaí y avanza alejándose de la costa, se apodera de Bilbays y llega al Cairo cogiendo por sorpresa a Dirgham. Abandonado por todos, acaban matándolo y al-Adid, de sólo trece años, devuelve oficialmente su cargo a Shawar. Cuando tiene el poder en sus manos, éste olvida sus promesas y conmina a Shirkuh a salir de inmediato de Egipto, pero éste, pasmado, le contesta que se va a quedar a toda costa.
Denario clase C
Anverso: Busto con yelmo, a la izquierda, luna creciente frente y estrella detrás. Leyenda: BOAMANDVS. Reverso: Cruz con luna creciente en 1er cuarto. Leyenda: ANTIOCHIA. Año: 1149 – 1233 d.c
Shawar, que no se fía de su propio ejército, envía entonces una embajada a Amalrico para pedirle ayuda contra los sirios y el rey franco no se hace de rogar. En julio de 1164, los frany invaden Egipto por segunda vez. Shirkuh retira su ejército a Bilbays y, rodeado entre los dos nuevos aliados, resiste como puede; pero la situación es cada vez más difícil. Nur al-Din, entonces, hace una llamada a todos los emires musulmanes y lanza una gran ofensiva contra los frany atacando Harim, cerca de Antioquía. Los francos reúnen sus fuerzas, Bohemundo, señor de Antioquía y el conde de Trípoli, entre otros. Pero son derrotados y sufren enormes pérdidas humanas. Sus jefes son capturados y Nur al-Din manda un emisario a Bilbays con los estandartes cruzados y muchas cabelleras rubias de francos muertos en la batalla, para elevar la moral de los sitiados. Como Amalrico había dejado a Bohemundo III a cargo de Jerusalén en su ausencia y éste ha sido capturado, el jefe franco se ve obligado a pactar con Shirkuh. Tras varias reuniones, ambos se ponen de acuerdo en abandonar Egipto a un tiempo.
Shawar ha quedado como triunfador, consolidando su poder en Egipto, pero sabe que ni Shirkuh ni Nur al-Din le va a perdonar su traición. A éste último no le desagrada la situación, con los frany lejos de Egipto; pero Shawar, temiendo un ataque relámpago de Shirkuh, vuelve a negociar con Amalrico un acuerdo de asistencia mutua, lo que convencerá a Nur al-Din para dejar a Shirkuh que organice una fuerza de intervención si los frany intervienen en Egipto. Llama para ello a sus mejores hombres, incluyendo a su sobrino Yusuf, el que acabará siendo conocido como Saladino. El visir egipcio, asustado ante esos preparativos, insiste a Amalrico para que le envíe tropas y éste le hace caso.
En 1167 Shawar y los frany han concentrado sus tropas ante El Cairo para esperar a las de Shirkuh; pero éste rodea la ciudad, hace que su ejército cruce el Nilo con barcas y sube hacia el norte, por lo que, en lugar de aparecer por el este, como esperaban los concentrados, se encuentran con que se ha instalado en el oeste, cerca de las pirámides de Gizeh y separado de ellos por el río. Desde allí, Shirkuh envía a Shawar un emisario diciéndole que ahora que tienen al enemigo franco a su alcance, si unen sus fuerzas lo pueden exterminar; pero Shawar mata al mensajero y lleva la carta a Amalrico para demostrarle su lealtad. No obstante, los francos siguen sin fiarse de él pues piensan que en cuanto no los necesite los traicionará, como hizo antes con los sirios, así que exige que se llegue a una alianza oficial entre El Cairo y Jerusalén sellada por el propio califa fatimita.
Aldea árabe con las pirámides de Gizeh al fondo
Para llevar a cabo esta alianza dos jinetes francos que hablan árabe van hasta el palacio de al-Adid, que tiene entonces dieciséis años. Cuando están ante éste y se han explicado, el califa elogia la política de Shawar y se pone en pie, pero los caballeros le exigen que jure que permanecerá fiel a la alianza, lo que escandaliza al mandatario y tiene que intervenir el visir para explicar que no es una falta de respeto hacia él, sino señal de la ignorancia de las costumbres orientales; tendrán que repetirse las explicaciones cuando los francos le exijan que se quite su guante de seda para dar la mano o el acuerdo no tendrá validez. Finalmente, el califa accede a las peticiones de los francos y, de inmediato, egipcios y francos elaboran un plan para cruzar el Nilo y diezmar al ejército de Shirkuh que, ahora, se dirige hacia el sur para dar la impresión de que se siente acosado y huye. Un destacamento de Amalrico lo persigue y, cuando están a más de una semana de marcha de El Cairo, ordena a sus tropas que se detengan y las arenga para enfrentarse a los francos pues ha llegado el día de la victoria. El enfrentamiento se va a producir en marzo de 1167, cerca de El-Babein, en la orilla oeste del Nilo. Saladino está al mando del centro del ejército de Shirkuh y tiene orden de retroceder en cuanto cargue el enemigo. Amalrico y sus caballeros se dirigen hacia él y, cuando Saladino y los suyos huyen, los persigue con saña sin darse cuenta de que las alas derecha e izquierda del ejército sirio los están rodeando y les impedirán cualquier clase de retirada. Los francos sufren enormes pérdidas, aunque Amalrico consigue escapar y regresar a El Cairo, donde sigue el grueso de su ejército, con deseos de vengarse cuanto antes. Pero Shirkuh, sin esperar un solo día, ha cruzado con su ejército todo el territorio egipcio de sur a norte y ha realizado una entrada triunfal en Alejandría, donde la población no simpatiza con los frany ni con la alianza sellada con ellos y acoge al sirio como liberador.
Saladino en plena batalla contra los cruzados
Shawar y Amalrico, detrás del imprevisible Shirkuh, corren a sitiar Alejandría. El sitio provocará hambre en la población que empieza a lamentar haber abierto las puertas a los sirios. Los francos incluso fondean con su flota ante el puerto. Pero Shirkuh deja a Saladino al mando de la plaza y sale con unos cientos de jinetes atravesando las líneas enemigas a galope tendido para dirigirse hacia el alto Egipto.
En Alejandría, al hambre se van a sumar las epidemias y un continuo bombardeo de catapultas y a Saladino, que tiene sólo veintiún años, se le hace pesada su carga. Pero Shirkuh, que sabe que a Amalrico le corre prisa terminar pues Nur al-Din acosa sus dominios, al abrir un nuevo frente en el sur amenaza con eternizar el conflicto; allí llega incluso a levantar en armas a numerosos campesinos contra Shawar y, con una nueva y numerosa tropa, aparece ante El Cairo y envía un mensaje a Amalrico en el que le explica que está perdiendo el tiempo pues cuando expulse a los sirios del país sólo habrá servido los intereses de Shawar. Amalrico, que sabe que eso es cierto, llega a un acuerdo: levantará el sitio de Alejandría y ambos ejércitos (franco y sirio) se marcharán de nuevo. Es agosto de 1167 y Saladino sale de la ciudad saludado por una guardia de honor.
No obstante, los francos han dejado una guarnición que vele por la alianza y se encargan de cobrar un tributo de cien mil dinares que Shawar se comprometió a pagar a Jerusalén. Esa carga va a crear cada vez más animosidad contra ellos por parte de la población y, asustados, los caballeros francos piden a Amalrico ayuda. Éste, animado por la llegada a oriente de nuevos cruzados, lanzará la cuarta invasión sobre Egipto; esta vez, además, comenzada con una matanza espantosa y gratuita en Bilbays donde matan a mujeres, niños, musulmanes y cristianos coptos. Eso provoca una gran resistencia en El Cairo; el propio Shawar manda incendiar el casco viejo de la ciudad e intenta mantenerse en contacto con Amalrico para que cese en su loco intento. Será el califa al-Adid el que llame a Nur al-Din en su ayuda. El ejército de Shirkuh corre en auxilio de los cairotas y Amalrico, que teme verse rodeado entre la determinación de la población de El Cairo, que prefiere destruir la ciudad antes que entregarla y las tropas sirias por su espalda, se retira. Cuando llega Shirkuh, Shawar, que parecía mostrarse contento con su llegada, no es perdonado: lo secuestran en una tienda y el propio Saladino lo mata con sus manos. Shirkuh es proclamado visir y tras varias campañas consolida su poder. Pero el 23 de marzo, tras una copiosa comida, se siente indispuesto y muere. Los consejeros del califa le aconsejan que nombre visir a Yusuf, pues parece el más débil de los emires del ejército y así lo hará.
El califa y sus consejeros
Se convoca al palacio a Saladino y allí se le da el nombre de al-malik an-naser (el rey victorioso). Pero la opinión de los consejeros del califa va a estar muy alejada de la realidad.
Emilio Ballesteros