Los Ángeles como drama
El autor Horace McCoy construyó su literatura con la ciudad angélica como escenario. Historias policíacas, deliciosos antihéroes y él mismo como un alter ego irrepetible, sus ficciones ayudaron a formar el género pulp, tan codiciado en las últimas décadas
Víctor Manuel Pazarín
Las imponentes figuras de Dashiell Hammett y Raymond Chandler han nublado la presencia de autores como Horace McCoy, quien se ha quedado hasta ahora con pocos lectores. Su obra es igual de relevante que la de Hammett y Chandler y ofrece matices muy claros para entender toda una época, marcada por el tiempo de la Gran Depresión económica de los años treinta en un punto geográfico establecido y obligatorio de Estados Unidos: Los Ángeles, California. Con sus aportaciones, McCoy redondea la aparición de la “Novela Negra” como un subgénero de la literatura y otorga caminos a distintos escritores actualmente mejor reconocidos que éste.
Horace McCoy nació en Pegram, Tennessee, en 1897, y su vida lo llevó, como a la mayoría de los norteamericanos, a establecerse temporalmente en distintos puntos de la Unión Americana, hasta encontrar su eje natural en el condado de Los Ángeles, donde vivió hasta su muerte, acaecida en 1955. Su breve existencia estuvo marcada por la diversidad de oficios desarrollados. Quienes le conocieron recuerdan que lo mismo fue taxista, vendedor ambulante, reportero, guardaespaldas y guionista de cine. Durante la primera guerra mundial fue piloto aviador: realizó trabajos en misiones para el ejército norteamericano y lanzó bombas a los enemigos; rastreo con la lente fotográfica los territorios rivales; fue herido y condecorado por su heroísmo con la Croix de Guerre del gobierno de Francia.
Durante once años —en el periodo que va de 1919 a 1930—, fue periodista deportivo en el Dallas Journal en Texas. Sus historias, descritas como pulp, las comenzó a escribir y publicar hacia finales de los veinte. Quiso ser actor y entonces marchó hacia Los Ángeles y su oportunidad lo llevó a las pantallas en un filme: The Hollywood Handicap (1932). Sus biógrafos describen que uno de sus trabajos cinematográficos en Santa Mónica le llevó a escribir su libro más conocido, ¿Acaso no matan a los caballos?, que narra —según afirman quienes han leído la novela— un maratón de baile.
Con menos suerte que muchos de sus lectores de culto, en mi caso sólo he podido leer una de sus (varias) novelas. Luces de Hollywood, publicada en 1938.
Contrario al llamado Cuarteto de Los Ángeles (La Dalhia Negra, The Big Nowhere, L. A. Confidential y Jazz Blanco), de James Ellroy, donde se destaca la violencia directa marcada por asesinatos y sangre, y donde sobre todo en L. A. Confidential se destaca la épica policial, en la obra de MacCoy hay una “suave” violencia que retrata a plenitud el reconcomio de los angelinos durante la Depresión.
Lejana incluso a la novela de Charles Bukowski, cuyo título es parecido a Luces de Hollywood, de Horace McCoy, mantiene una cercanía y una notable influencia —al menos para mí—, pues McCoy siempre derivó de su biografía para ordenar sus historias e incluso fue siempre, según el ensayista Juan Carlos Martini, su álter ego en sus principales personajes; algo que Bukowski utilizó casi siempre en sus libros. Una frase podría acercarnos a la atmósfera de la novela mcconiana: “Toda la tragedia y el dolor de esta maldita ciudad, toda la crueldad y el vicio… Este aspecto de Hollywood no ha sido nunca descrito”.
Martini afirma que Johnny Hill —el personaje central— es “un fracasado”, y todos los personajes “ya se encaminan sin remedio hacia el fracaso”. Esos seres extraídos de la realidad y puestos en una ficción son extras que buscan una oportunidad en Hollywood, pero en su mayoría son ángeles caídos en el sistema embrutecedor estadounidense. No obstante —expresa Martini— hacer largas filas a las puertas de los estudios cinematográficos “es el primer paso, sueñan para alcanzar la fama, el dorado éxito con que el mundo del cine premia a sus hijos predilectos”. ¿Existe una mayor violencia que el abandono de un sistema a sus ciudadanos? ¿Hay una más dolorosa muerte, una violencia más grave que el fracaso de una sociedad, de una comunidad, de una persona?
MacCoy es un autor imprescindible. Espero pronto tropezarme con ¿Acaso no matan a los caballos?, Los sudarios no tienen bolsillos o Debería haberme quedado en casa.
Me conformaría ahora con Danzad, danzad, malditos, filme de 1969 basado en uno de sus libros…