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Sep 19 11

La traducción de obras literarias hispanas al esperanto

La traducción de obras literarias procedentes de todos los idiomas y culturas es una de las aplicaciones más conocidas del esperanto. También fue una de las más tempranas.

Los primeros años desde la aparición de la lengua vieron la aparición de numerosas traducciones, siguiendo el ejemplo del propio iniciador del movimiento, el Dr. Zamenhof, que tradujo,entre otras, el «Hamlet» de Shakespeare, «Los bandidos» de Schiller, «El inspector» de Gogol, los cuentos de Andersen o el Antiguo Testamento (si se me permite considerarlo como una obra literaria).

La función de las traducciones en aquellos momentos era doble: la primera era propagandística, ya que permitía demostrar las capacidades del esperanto ante los hablantes de los idiomas de los que se vertían los textos, y la segunda es que ello permitía el desarrollo y avance de dichas capacidades lingüísticas, mediante el método de probarlo a partir de las experiencias que los creadores habían encontrado en los idiomas nacionales. Así, los primeros hablantes de esperanto fueron afinando el idioma y dotándole de los matices necesarios (como bien expresó un destacado pionero, el polaco Kabe, los textos originales no ofrecían la misma posibilidad, ya que el autor siempre podía evadir las dificultades, expresando su pensamiento de otra manera).

Tanto la cantidad como la calidad de las traducciones fueron muy apreciables desde un comienzo. Con una notable excepción entre las literaturas occidentales: la literatura española. Es cierto que en España comenzaron también pronto las traducciones de textos, pero ni la cantidad ni la cantidad fueran comparables en las dos o tres primeras décadas a las equivalentes en otros idiomas.


Los pioneros

Podemos citar de ese primer tiempo la figura de Vicente Inglada Ors, militar y científico, y uno de los mejores hablantes del idioma en su época, que tradujo gran cantidad de obras literarias, entre las cuales figuran la mayoría de los textos teatrales de Jacinto Benavente, muy famoso en aquellos momentos, también en el extranjero. Otros autores traducidos por Inglada fueron Leandro Fernández de Moratín, Ramón de Campoamor, Ganivet o Santiago Rusiñol.

Tras la Gran Guerra otros autores publicaron diversas traducciones de obras de autores españoles, tanto en revistas literarias como en libros independientes. Se puede citar los nombres de Julio Mangada, que publicó dos Novelas Ejemplares de Cervantes, o de Ramón de Salas que tradujo «Sangre y arena» de Blasco Ibáñez.


La «Antología Catalana»

No obstante, el esfuerzo más destacado, que causó una gran impresión en su época, fue la publicación de una «Antología Catalana«, que recogió una muestra representativa de la literatura en catalán desde sus comienzos hasta autores contemporáneos. La calidad de las traducciones, coordinadas por el escritor Jaume Grau Casas, fue muy apreciada, pero además el planteamiento y la calidad editorial sirvió para dar prestigiar una literatura entonces poco conocida, y fue un estímulo para la edición de antologías similares procedentes de otras lenguas.

Aunque el mismo Grau trabajó en la redacción de una Antología española, los enfrentamientos internos en el seno del movimiento esperantista español, y después el estallido de la guerra civil impidieron su concreción.


Tras la Guerra Civil

La Guerra Civil y la posguerra causaron una importante crisis en el movimiento esperantista español. La actividad literaria se redujo de forma drástica. Curiosamente, una editorial con base en España, «Stafeto», dirigida por el profesor Juan Régulo Pérez, fue protagonista del renacimiento literario del esperanto a partir de los años 50, pero en un comienzo apenas publicó literatura procedente de ámbitos hispanos.

Los años 50 y 60 vieron algunas traducciones aisladas. Al principio tuvieron cierto protagonismo las obras religiosas («Los ejercicios espirituales», de Ignacio de Loyola, o el «Camino», de José María Escrivá, por continuar mencionando obras de ficción). Posteriormente puede citarse la obra de Luis Hernández Lahuerta, que tradujo a Wenceslao Fernández Flores, Santiago Ramón y Cajal, o una de las novelas incluidas en el Quijote.

También se publicaron algunas obras procedentes del catalán, entre las cuales hay que destacar «Solitud», de Víctor Català.

De todas formas, de la pobreza de las traducciones puede dar idea la constatación de que la primera traducción de García Lorca se debe a un traductor ruso, mientras que la primera traducción completa del Quijote (desgraciadamente inédita) fue obra de un holandés, Hendrik Jan Bulthuis.


Fernando de Diego, el maestro

A quien se debe la renovación completa del panorama de la traducción de obras en español es a una sola persona, el hispano-venezolano Fernando de Diego, que desde mediados de los años 60 comenzó una obra titánica. A él se deben traducciones de autores como Antonio Machado («La tierra de Alvargonzález»), Federico García Lorca («El romancero gitano»), Gustavo Adolfo Bécquer («Rimas»), Baroja («El árbol de la ciencia»), Camilo José Cela («La familia de Pascual Duarte»), Ramón María del Valle-Inclán («Tirano Banderas»), y muchos más, tanto en libros individuales como en antologías.

A Fernando de Diego se le debe especialmente el cumplimiento de un reto que se le había resistido al movimiento esperantista español: la traducción completa de los dos tomos de «El Quijote». Ya en 1905 se habían publicado versiones de algunos capítulos. Mangada o Hernández Lahuerta se encuentran entre los que lo habían intentado. Pero publicar una traducción completa requería, es obvio, mucho trabajo, mucho talento y una importante infraestructura editorial. Por fin, en 1977 se dieron las circunstancias necesarias. Fundación Esperanto publicó el Quijote completo, en la traducción de Fernando de Diego, y en una excelente edición.


La Escuela Ibérica

Fernando de Diego continuó publicando traducciones (además de ensayos, métodos de enseñanza y diccionarios), pero sobre todo creó escuela. En los años 80 surgió un grupo de jóvenes autores y traductores, que están considerados entre los de mayor talento de las letras actuales en esperanto, entre los que se encuentran no sólo castellanoparlantes, sino también vascos, catalanes y portugueses, y que son conocidos como la Escuela Ibérica( Ibera Skolo).

En este grupo puede incluirse a Miguel Gutiérrez Adúriz, Miguel Fernández, Abel Montagut, Gonçalo Neves, Jorge Camacho, Joxemari Sarasúa, y otros. Todos ellos son autores de obras originales, pero también de traducciones. Por ejemplo, Miguel Fernández es reconocido como un magnífico traductor de las obras de García Lorca y Miguel Hernández. Gutiérrez Adúriz (Liven Dek) ha traducido a Ana María Matutes y Juan Ramón Jiménez («Platero y yo»), además de ser el editor de varias colecciones de obras de ciencia ficción. A Abel Montagut se le debe la imponente traducción de los Cants d’Amor de Ausiàs March.


Literatura latinoamericana

En los últimos años ha ido mejorando el volumen de traducción de autores hispanoamericanos, aunque el número de obras es desproporcionadamente pequeño en relación con su importancia. Entre los más destacados deben mencionarse la magistral traducción del muy difícil «Martín Fierro», a cargo del argentino E. Sonnenfeld, y los varios textos debidos de nuevo a Fernando de Diego, como «Doña Bárbara», de Rómulo Gallegos, «Cien años de soledad» de García Márquez o «Veinte poemas de amor y una canción desesperada», de Neruda. No obstante, incluso la literatura brasileña está mejor representada en esperanto.


Otras literaturas españolas

Finalmente, hay que mencionar el caso de las obras de lenguas no castellanas. Ya se ha mencionado la importancia de la contribución catalana antes de la guerra civil; tras ésta se perdió gran parte del impulso, que ya a comienzos de los años 60 se fue recuperando, hasta alcanzar su cumbre con la citada reciente edición de los «Cants d’Amor» de Ausiàs March, en traducción de Abel Montagut. Un listado muy completo de la literatura catalana traducida al esperanto puede verse en las páginas de la Asociación Catalana de Esperanto.

Muy distinto es el caso del gallego y el eusquera. Del primero apenas disponemos de otro libro que una obra de Castelao, los «Retrincos», traducido también por De Diego, aparte de algunos textos dispersos en revistas y antologías. Algo parecido ocurre con el vasco, del que sólo en 1999 se tradujo «Behi euskaldun baten memoriak», de Bernardo Atxaga; recientemente se ha publicado también la obra de Jon Mirande «Haur Besoetakoa», traducida por Joxemari Sarasua.

Finalmente, podemos mencionar que se dispone de una buena antología de poesía mozárabe, «Lirikaj perloj de Al-Andalus», en versión de Antonio Marco Botella.

Artículo sacado de http://www.delbarrio.eu/traduccion.htm

Amparo Fernández