Carlos Sánchez, Argentina

Carlos Sánchez, nació en Buenos Aires, Argentina, en diciembre de 1942.

Es ciudadano italiano desde 1973. Actualmente reside en Folignano (Ascoli Piceno).

Ha viajado y vivido en muchos países de Hispanoamérica, Europa, Medio y Lejano Oriente como consultor y experto en Comunicación Social de la FAO y otros Organismos de las Naciones Unidas y de la Cooperación Internacional.

Fue lector y profesor de Lengua y Literatura Hispanoamericana en la Universidad la Sapienza de Roma, Cassino del Lacio y en Suor Orsala Benincasa de Nápoles.

Fotógrafo, periodista y director de programas televisivos.

Colaborador en el área europea de la Revista polidiomatica on line de arte y cultura “I poeti nomadi” dirigida por Martín Micharvegas y Enea Biumi.

Ha publicado:

Gestos poesías, Juan Mejía Baca, Lima, Perú, 1964.

América Latina, mi país”, fotografías, Experimenta, Nápoles, 1976.

Apuntes de vida”, poesías, Experimenta, Nápoles, 1978 (Edición bilingüe, español-italiano). Premio Cave.

Signo de tierra”, novela, Editor Lalli, Siena, Italia, 1983.

El inquilino incómodo”, poesías, Ediciones Quasar, Roma, 1991 (Edición bilingüe, español-italiano).

La efímera dulzura de vivir”, poesías, Editora Búho, Santo Domingo, R. Dominicana, 1997

Doce cuentos para ser leídos y conchos y voladoras”, Editora Búho, Santo Domingo, R. Dominicana, 1998.

Alta Marea”, poesías, Ediciones Quasar, Roma, 2005 (Edición bilingüe)

La poesía, las nubes y el ajo, poesías, Ediciones Lìbrati (Los poetas de Smerillana), Ascoli Piceno, Italia 2009 (edición bilingüe).

Recuerdate que no sabes recordar, Ediciones Lìbrati, Ascoli Piceno, Italia 2010 (Edición bilingüe).

Sus poesías figuran en la Antología de la Poesía Argentina realizada por Raúl Gustavo Aguirre, Ediciones Librería Fausto, Buenos Aires, 1979.

Sus obras han sido publicadas, fragmentariamente, en periódicos y revistas de Hispanoamérica y Europa, como así también en revistas literarias en Internet.

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Rabia

Porqué mi poesía se vuelve furiosa

mientras las montañas se alfombran

con retazos de nieve

y los olivos se asoman

perfectamente en formación

y los pájaros hambrientos

vagabundean en un cielo de nubes

teñidas por un sol en retirada.

Porqué me viene ganas de gritar

a nadie a todos

me pesan los ojos el pensamiento

la incapacidad de aislarme

de esta fábrica humana de miserias

de abismo de barbaries

de absurdos fatalismos

de consolaciones ilusorias.

Porqué me siento doblemente forastero

del pueblo y de este mundo

no soy mejor lo sé

no soy particularmente inteligente

ni santo ni sensible

pero mi poesía se enfurece

quiere gritar

y la comprendo

ella también tiene

motivos suficientes.

25 enero 2011

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Mi ciudad

Buenos Aires, la Reina del Plata…”

Manuel Romero

De esa ciudad viva

me queda:

un río ancho como un mar

un obelisco solitario

en mis noches

un bandoneón de tango

un sentimiento extremo

de lejanía

fantasías de volar

una libreta de ahorros

muerta un retrato de Clide

una herradura de fútbol

un implacable antimilitarismo

amigos

desaparecidos y recuperados

un café en el centro

dos mujeres o tres

una tarde de sol

en el parque Saavedra

el circo de los Hermanos Rivero

un sabor a yerba Salus

un paquete de Imparciales

una madre viuda

un hermano en la mishiadura

una inmensa búsqueda

tantas inteligencias

y una incorrupta

visión del mundo.

Me queda la poesía.

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Memoria de navegante

Para vivir yo elegí mil embarcaderos inciertos

y anclé mi nave sin presunción ni extravíos.

Llevaba siempre eso necesario dentro de mí

una llama pequeña de luz que brillaba como un faro

y una cantidad imprecisa de palabras sin voz.

Vi cientos de mares que ya no recuerdo con certeza

y una cantidad incierta de aves y peces saltarines.

Las tempestades azotaron mis velas sin abatirlas

y las corrientes me alejaron a veces de la ruta

vientos tropicales y antárticos golpearon mi rostro

sin quitarme esa tenue sonrisa de viajero a la deriva.

Las grandes naves que crucé en mi largo vagabundeo

me hicieron señales de peligros que me negué a descifrar.

Los contactos con mis símiles fueron bastantes fortuitos

pero siempre ricos en sus matices esenciales.

No acepté jamás pasajeros a bordo de mis largas travesías

una cierta timidez de fondo invadía mis palabras y mis ojos

mi familiar sensación de extrañeza frente a los espejos.

En mi demorada más extensa tuve relaciones apasionadas

y supe por azar que mi hija estaba pronta a partir.

No poseo riqueza que puedan sujetarme como buen marinero

ni acciones de ningún estado ni cuentas pendientes.

Me siento un hombre afortunado en medio del océano

un hombre que nada espera, que nadie espera:

acaso la muerte.

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Recuerda

Y recuérdate cuando golpeabas

en la puerta equivocada

cuando salían a tus pasos

animales extraños sin alaridos

pesadillas de sombras

eclipse de misterio.

Recuerda también

los dolores equívocos

la baba chorreando por la boca

la venganza de la palabras

que encendían cóleras

el cristal negro del orgullo.

Recuérdate además

del temblor de la aurora

y los cielos errantes

en donde volvías a padecer

envuelto en las tinieblas.

a la espera de un sol reparador.

Memoria mía recuérdate

de que no puedes recordar.

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Ella y yo, nosotros dos

A una cierta edad

de una cierta vida

luego de un cierto recorrido

la poesía se ha salvado

de las inclemencia del tiempo

de los críticos literarios

de la globalización

y de esa extraña veleidad

de convertirla en plato volador.

Voy camino a las montañas

y la veo aletear en libertad.

Me sumerjo en el pueblo

y me aparece en un rostro

en una mano que saluda.

En el mar se baña

en los hilos móviles de luz.

En la casa se asoma a la ventana

se refleja en mis libros

se hace pan en la mesa.

A veces sangra.

Se incorpora a mis dudas

se trepa a mi cabeza

me sumerge en un océano

de aguas borrascosas.

Ríe con sobriedad

de la condición de este planeta

de ciertos fragmentos

de historia y existencias.

No usa jamás el teléfono.

Convivimos respetuosamente

amando nuestros límites

nuestra complicidad de esperanzas.

Ambos sabemos

que no podemos cambiar las cosas

estas falsas reglas del poder.

Somos una pareja especial

de gran fidelidad

en esta sociedad

en esta breve vida.

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Admitiendo que pueda suceder

Cuando yo muera

admitiendo que ello pueda suceder 

te suplico que seas reservada

no malgaste tus intuición

en comportamientos tercos

no te aferres a ninguna fantasía

de reencarnación posible.

No dejes abiertas las puertas

ni cierres tu corazón.

No tendré voz ni gestos

para advertirte sobre el cambio.

Mis ojos pulverizados

no creo que podrán contemplarte

navegando sin forma en el viento

sería quizás su única aspiración .

No te aferres a ninguna conjetura

a nada que yo pudiera haber merecido.

Me iré liviano de recursos

con las uñas y la barba laboriosas

que me acompañaran en silencio

en su última expresión de crecimiento.

Desásete de los todos los objetos

que yo hacia existir con mi aliento

crea los espacio vacíos que amábamos.

Estoy elaborando sólo una suposición

que me resulta difícil eliminar de las certezas.

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Aquietar un corazón sencillo

Salgo al día sin hastió

a la aventura sin limites

a la calle sin recuerdos

abandono el sufrimiento inútil

la fantasía malsana

el violín solitario

las cartas prisioneras en el baúl

me entrego al instante

al devenir de los hechos

al suceder de los eventos

abandono mis precarios pensamientos

muero y resucito a cada paso

me adelanto a mi sombra

y dejo que el sol me abrace.

No tengo rumbo fijo

en el fluctuar de mi cuerpo

en este vagabundeo de pueblo

voy ligero de equipaje

sin el afán de llegar

de ser esperado

sin deseos de confirma sospechas.

Hoy salgo al encuentro del día

y nada más.

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Espiga

Tu dura fragilidad

tus manos afinadas

la simplicidad de tu cuerpo

que decido perfecto

completan el cuadro

de esta dicha adulta.

Serenamente te festejo

en los límites

que me permite el tiempo

gran saboteador de sueños.

No puedo pretender

una idea del mañana

dejo los pasos al sol

los caminos al viento

los pensamientos

librados al instinto.

Fina

como una espiga

de trigo dorada

en mi granero antiguo.

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Goyesca

Anduve por la Casa del Sordo Prado

entre brujas negras y gigante voraz

vi pelear a los hermanos

– una historia bastante repetida –

y a la futura viuda probándose el vestido.

Ante tantos espectros me sentí como a casa

ante tanta pesadilla en la mía.

Sólo el perro al final

hundido en su desgracia

me sacó con su mirada sin ladrido

de todo ese mundo familiar.

Museo del Prado

22 Abril 2010

****


Mis hermanos, mis poetas

He vuelto a ellos y no me han defraudado.

Sus mundos me pertenecen

corren por estas venas extenuadas

sin insidias.

Descubro en sus palabras

mi historia

mis ojos que saben ver

la música que vibra en estos años parias.

Hay zaguanes extensos con ecos

malvones llorosos amapolas

humareda de bar dialogada

que va inundando los espejos

el mostrador de mármol

la arqueológica máquina del café expreso.

Y entre revistas literarias de un solo número

cuadros de pintura frescas sin paredes

cine club atestado de premoniciones

actores a la deriva con deseos de volar

mishiadura de tango Enrique Santos

atisbos anárquicos y Coltrane

mirábamos al mundo conocido desde tan abajo

con la puntas de pies resquebrajadas.

Nos costaba reconocer que éramos también el mundo.

Las plazas un subseguirse de estaciones

un desfile de bancos enamorados

una marcha de mujeres entre el sueño y la avidez.

La calle Florida con su bastón blanco universal.

No me refugio en la melancolía que vive en mí

en ese lenguaje que araña sentimientos

bochorno de historias magistrales.

No tengo idea de patria ahora y no me duelo

no puedo volver a eso que he sido.

Releo sus poesías que regresan a mí

en su milagro de incertidumbres altas.

El caballo galopa por una pampa desierta

donde se hunde el sol de mi existencia

y yo le canto a ellos en ellos

amigos entrañables

compañeros de este efímero viaje.

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Quizás una oda

¿Cómo haremos ahora sin los bárbaros?

Después de todo, aquella gente era una solución.

Constantino Kavafis

Cuento los satélites que pasan

indiferente a las estrellas

te grito e-mail exasperados

cambio canal con desconsuelo

caliento la comida prefabricada

en un horno sin fuego

leo los periódico con sus afonías

consumo frutos sin semillas y aroma

paseo por la playa

gambeteando escorias

abro los ojos

veo tu cuerpo entre nubes de humo tóxicos

dejo el celular en la casa

para aislarme de mi mismo

arrastro mis libros

en un cuarto sin ventanas

los entierro ceremoniosamente.

Sufro de modernidad material:

compro zapatos chinos

camisas tailandeses

pantalones hindúes.

Pasivamente participo en el ocaso

de la flora y la fauna

y otros bíblicos frutos

Observo las armas siempre más inteligentes

y la repartición del mundo

veo como se visten de banderas multicolores

los ataúdes folklóricos.

Pago impuestos en un agujero negro

voy a votar calamidades

resisto apenas a la moralidad inmoral

de mi reino animal.

Me aturde el avance de la tecnología

en la creciente hambruna reinante.

Me sorprende tanta solidaridad

por las focas en extinción

tanta turbación por el ambiente

tantos parasitismo camuflado:

tanta inflación de soledades

en la multitud.

Lamentablemente me resta poco tiempo

para admirar el éxito final

de tan inmenso progreso civilizador.

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La poesía, las nubes y el ajo

Hoy la bolsa bursátil de la poesía

anda un poco agitada por las ventas

la globalización parecía no interferir

en este oficio incierto del más allá.

Me alcé pensando en el menú

las reservas se estaban agotando

y salí con la perra a hacer las compras.

En el pueblo no había señales de guerra

ni siquiera se sentían las bombas

ni los vuelos rasantes de los cazas

descargando su humanidad

entre tantos pobres inocentes.

Habrá aumentado el pan

me pregunté un tanto desconcertado

y Sancha movió la cola para tranquilizarme.

Las frutas y verduras eran frescas

y el cielo nublado

que asechaba esta parte del globo.

Las nubes no tienen fronteras me dije

no tienen patria y se mueven felices

en este cielo inmenso.

Detrás del caserío las montañas

parecían senos gigantescos

veteados por la nieve

sin querer me vino una metáfora

y la anoté en la boleta del gas

que había llegado como siempre puntual.

Habrán resuelto los rusos el conflicto

o pasaremos un invierno al frío.

En el bar las conversaciones eran agitadas

perece ser que quieren comprar un jugador

que de fútbol sabe poco.

En el periódico estaba en primera página

el discurso de Obama

la foto del delirio de Gaza

la polémica de la “zurda” embriagada.

De golpe me vino la duda:

Habrá quedado un poco de ajo en la casa?

****


Lógica

Cuando se toca el fondo del abismo

y se siente la precariedad pegajosa

adherida a las paredes de la piel

y el hedor se infiltra por los poros

inunda los fuelles de la respiración

sofocando el aliento esencial

la lógica hace su aparición y dice:

ahora no se puede más que ascender.

Mientras tanto ese diminuto ser

sumergido en el pozo ciego

piensa que la lógica es un yiro

siempre dispuesta a venderse

al mejor postor.

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Duda

Como una boca gigantesca

cuyos dientes irregulares

se exponen al sol violento

de principios del verano

con barbas irregulares

sobrevividas a la violencia humana

aquí en la garganta del valle

prolongo mi existencia

abrumada de oxígeno

de canturreo de pájaros

de imperceptibles

desplazamientos de insectos.

La vegetación no se resigna

creo que implore a un dios

de barba y cabellera verde

por una tormenta reparadora

que inunde tanta sequedad

tanta piel agrietada.

Los techos son figuras geométricas

que recortan el cielo garzo.

Entonces me da por pensar

que esa propuesta de ir al cielo

tiene un gran inconveniente:

de allí el cielo no se ve.

Folignano, junio 09

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Al hermano Tu Fu

Me quito la camisa humedecida

y la abandono sobre una rama seca.

El cielo recortado de árboles

deja filtrar pocos rayos de luz.

Percibo el olor de la tierra y sus frutos

la voz del viento entre las hojas,

un recital de pájaros en amor

con vuelos veloces y precisos.

Soy un hombre de ciudad

un pobre hombre de ciudad.

Construyo un claro entre las hojas

y abro el libro con los poemas de Tu Fu

escritos hace mil trescientos años,

en otro mundo en otro universo.

Ha pasado tanto tiempo le pregunto

y él me responde: no.

Canto tus poemas al viento

y descubro que es verdad lo que dices

hermano Tu Fu.

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Patagónica

La inmensidad en mis ojos

sin eternidad.

Un avestruz coja

cruza el paisaje turquesa

mientras la bola encendida

rocía con su paleta

los cristales de arena

guiados por ráfagas de viento

que se suman al respiro

Aquí el mundo reposa

de la maquinación de los hombres.

Aquí mi cuerpo recuerda

su transitoria apariencia.

Mis pisadas se borran

mi sombra se desorienta

la noche está por perforar

un cielo devastador.

Pienso

luego no existo.

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En este mar

El viento y su rumor de lejanías

pasa de ventana a ventana

como un peinador de papeles sueltos

de puertas entreabiertas

y ordena con su lógica

el sujetivo orden de mi vida.

Se filtra en este mar de aire

me hace nadar de inmensidad

en este punto incierto.

Los fantasmas burlones

que viven en la casa

desordenan mis libros

y mis recuerdos tartamudos.

Perfumes de tilos

de acacias y carne asada

se dejan transportar por las olas

en la alta marea del poblado.

No tengo preocupaciones nuevas

mientras garabateo esta poesía

de ciempiés lentos

no me asaltan las dudas

que van quedando sin respuesta

ni los platos voladores

ni la putrefacción de este sistema

en este mar de aire que respiro.

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«Admitiendo que pueda suceder»

«Cambalache»

«Pobrecita Ella»

«RECUERDA» (Ricorda)


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