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La voz enamorada
Ni tu llegada a mí fue casual ni fue casualidad que te encontrara. Has estado en el siempre de mi existencia, rodeando el cenit de mi alegría y el ocaso de mi llanto. Has estado en el nadir de mi amargura y en el alba de mis esperanzas. Si te soñé en mis soledades y en mis pasos te busqué, fue porque tú te mostraste dando alas a mis sueños y poniendo calzas a mis pies.
Nada fue tan dulce como tener tu presencia en mis desvelos furtivos. Nada tan amado como tu ternura susurrante haciendo cálida mi almohada.
Me diste la voz que de tu voz nace e hiciste en tu aliento la fuerza de mi palabra.
Cuando mi alma se rasgó entre las uñas de la vida, la cosiste con hilos de luna y la restauraste plena en la cuna de ese espacio protegido entre el mar y el cielo.
Te metiste sin pedir permiso en mis cinco sentidos y en mis cinco sentidos estás más acá de mi vida, más allá de mi muerte. Mis ojos se abrieron por ti para llenarse de ti; te escucho en los sonidos y en el silencio; percibo tu aroma en el aire que respiro; el alimento que me mantiene viva sabe a ti; germinas en mi piel cuando me acaricias como pétalo de rosa y cuando como rosa me hieren sus espinas.
Mueves mi pensamiento, deleitas mi existencia, me enseñas a vivir. Me rescatas del infierno con el roce sutil de un beso y en el mismo infierno me veo si me faltan tus besos, que eres beso en el latido que hace eco aquí en mi pecho.
Eres mi refugio cuando el desamor y la desesperanza asolan mi camino y siempre tienes prestas gotas frescas de rocío para saciar mi sed. Agua cantarina del ideal de mi dicha. Hoguera de mi frío.
Es fácil amar porque estás conmigo. Nadie como tú para envolverme en regalo el vuelo del águila, el cantar de los delfines, la luz de la luciérnaga, el aullido del lobo o el esplendor de la hierba. Nací para amarte y morir si me dejas.
Reinas en mi dolor y te creces en mi tristeza. Te muestras galante en la sensualidad de mi deseo y arrojas sin pudor a la luz mis anhelos. Traspasas lo prohibido y rebasas los límites de mi entendimiento. Te rebelas, seduces, renuevas, transgredes, fulminas, conmueves, abonas, compones, implantas, construyes, acatas, destruyes, excitas y rompes, incitas y absorbes, y en el contemplar de los brillos o en la opacidad emergente verbas siempre mucho más. De un lado llevas la Ley; de otro, los misterios herméticos del sibilo subconsciente y en tu amor nacen las sílabas del lenguaje sideral.
A ti, mi amor peregrino, te debo la vida y, sin embargo, ingrata llevo tu nombre en los semilleros profundos de mi corazón, sin pregonarlo. Desde la noche de mis noches, mi voz enamorada se engarza al amanecer de tu mirada y enlaza los te amo que nunca he pronunciado para entregártelos con el resto de mi ser encendido. Fluyes desde las simas salinas y desciendes desde las cimas universales sellando mis poros, suavizando mis labios para decir tu nombre: Poesía, mi siempre maestra de lecciones eternas que estremecen la vida, mi fiel compañera en la luz de mi noche y oscuridad de mi día, el hada que embellece mi dolor en su cantar, el aura fulgente de mi libertad.
«¿Qué es poesía? Dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.»
(Rima XXI, Gustavo Adolfo Bécquer)
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