sobre Mara Romero Torres
La Libertad guiando al pueblo
Este cuadro de Eugène Delacroix, pintor del Romanticismo francés, es una alegoría cargada de símbolos, agrupados para describir un movimiento ciudadano decisivo en un momento concreto de la historia de Francia, cuyo sentido se ha expandido en múltiples significados. Tiene un eje central que es la base, fundamento y razón de su existencia, representado en una mujer. A pesar de que el cuadro transmite y significa tanto, me voy a centrar en ella y voy a destacar sólo un par de detalles porque son necesarios para mi propósito: A esa mujer se le ha roto la ropa en el fragor de la batalla. Su gesto es valiente y decidido, tanto que se pone a pecho descubierto al frente de una multitud, en la que se agrupan las clases sociales, animándola a que la siga. Se ve que es una mujer libre, firme, segura. Su pecho desnudo es símbolo de una libertad que alardea por encima de prejuicios y que no coarta sus movimientos. En esa libertad está su verdad, no la oculta, no tiene por qué ocultarla. La verdad no debe ocultarse. Es parte de su naturaleza, como también lo es el vello en su axila, que tampoco oculta; un detalle puesto adrede por Delacroix que pretende plasmar sin tabúes lo natural. Esa mujer es una alegoría que representa valores importantes, uno de ellos es la libertad de expresión y su nombre, como es lógico, es Libertad. Así, en atributo, en sustantivo, en nombre propio, repetir esta palabra en todas sus formas y posiciones es imprescindible para grabarla en la memoria y empezar ya de una vez por siempre a saber lo que significa y cómo se ejerce.
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Los pechos desnudos de una mujer sólo provocan la censura en las mentes retrógradas que no han salido del medioevo y que, como en esas películas de ciencia ficción donde la civilización está tan avanzada que tiene al alcance otros mundos y los vehículos se mueven por el aire con la misión de encontrar rebeldes y aniquilarlos porque son un peligro para el sistema, como en esas películas, digo, estamos en retroceso en un siglo donde el futuro ya ha llegado.
En las playas vemos mujeres en topless, quizá no tantas como antes o quizá según qué sitio. La que quiere enseña sus tetas, que para eso son suyas, y la que no quiere, pues no, que también para eso son suyas y la voluntad de una mujer es tan valiosa y tan digna de respeto como la de un hombre. Ellos se quitan la camiseta y no pasa nada, claro, qué va a pasar, sus pezones no están impregnados de dominio ni morbo secular. Como es sabido y demostrado, son ellos los que producen morbo a sacos llenos cuando miran los pechos desnudos de una mujer y se centran en sus pezones. Todavía son propiedad privada en la mente de muchos hombres que se creen con derecho físico y moral sobre ellos y no es así. Esos pezones no les pertenecen, ya tienen dueña y es ella la que dice lo que hace con ellos. Pero ya sabemos también que a muchos (no todos porque algunos ya han avanzado, por suerte) les pueden las tetas, son su debilidad y, según y cómo, les salta la espita del señorío y activan la censura porque dónde se ha visto que una mujer tenga libertad plena para enseñar su cuerpo, si quiere enseñarlo, y encima que sea para luchar por una igualdad y unos derechos que nos han sido negados siempre y, a todo esto y para más inri, ya ni cuento la diarrea mental que le entra a ese proyecto de macho ibérico si esa mujer al desnudar las tetas grita «revolución», vamos, que se le descuadra la célula y se estrella en lo más llano. Si las hay que las enseñan para aumentar seguidores, y los consiguen a millones porque son más listas y conscientes de la debilidad masculina y del poder de su cuerpo, por qué no lo van a hacer cuando el motivo es la lucha por ser dueñas de lo que ya por derecho y nacimiento es suyo y de nadie más.
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En fin, que si estamos en retroceso futurista, pues a lo mejor a la Venus de Milo le colocan un velo el día menos pensado y le cubren esos hermosos pechos que tanta gloria han dado. Pero al David de Miguel Ángel que no me lo toquen porque eso es arte y así lo entendemos hombres y mujeres. Contra el hombre no hay moral ni prejuicio ni censura y tampoco debe haberlo contra la mujer… Ya está bien.
Para los que no lo sepan todavía, las tetas son parte del sistema de reproducción femenino y la razón de estar en el cuerpo de la mujer es porque ella es la que pare y la que amamanta a sus bebés. Censurar esta parte del cuerpo femenino es ir contra natura, o sea, y para que me entiendan los cortos de entendederas, es como escupir en la mano que te da pan. Algo hay claro: Sigmund Freud, Jacques Lacan y otros psicoanalistas harían su agosto y el psicoanálisis daría resultados muy interesantes, que no dudaría que ya los estuviera dando porque esto que estamos viviendo no pasa desapercibido y es digno de análisis, amén de necesario y urgente. A lo mejor se sienten dueños porque un día mamaron de ellos y la hora de alimentarse les produjo, junto al placer de saciar el hambre y sentir lleno el estómago, un trauma de carencia posterior. Esos que censuran deberían ir al psicoanalista porque tienen un problema larvado.
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Esto es serio, muy serio. No sabemos cómo vamos a acabar en esta España nuestra, donde la libertad anda buscando la manera de guiar al pueblo, y seguimos dale que te pego, con la burra al trigo.
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©Mara Romero Torres
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Fotos (selección gráfica de lo que comento):
-«La libertad guiando al pueblo», de Eugène Delacroix, 1830. Perteneciente al Romanticismo francés.
-Autorretrato de Eugène Delacroix (detalle), 1837.
-Amaral en el festival de Sonorama, agosto, 2023.
-Rocío Saiz, en un concierto en Murcia, junio, 2023.
-Freddy Mercury, en Bohemian rapsody.
-Iggy Pop en una de sus actuaciones.
-«La Venus de Milo», de Alejandro de Antioquía, entre 130 a. C. y 100 a. C. Museo del Louvre, París, Francia.
-«David», de Miguel Ángel Buonarroti, entre 1501 y 1504, Galería de la Academia de Florencia, Italia.
Todas las fotos cogidas de internet.