Astrid Fugellie, Chile

Astrid Fugellie nació en Punta Arenas (Chile) en 1949. Poeta y Educadora de Párvulos. Ha realizado una dilatada y brillante carrera profesional y literaria, destacándose entre las principales poetas de la Generación de 1972 (o «Del Sesenta»).

Obras Publicadas:

– 1966, Poemas. Ilustre Municipalidad de Punta Arenas.

– 1969, Siete Poemas, TEBAIDA.

– 1975, Una casa en la lluvia. Ed. Gabriela Mistral.

– 1982, Quién es quién en las letras chilenas. Ed. Nascimento.

– 1984, Las Jornadas del silencio. Ed. Nascimento.

– 1986, Travesías. (antología).

– 1987, Chile enlutado. (artefacto). Ergo Sum.

– 1987, A manos del año. (cuento). Ergo Sum.

– 1987, La mujer en la poesía chilena de los 80. Ed. Inge Corssen.

– 1988, Los Círculos. Ed. Ergo Sum.

– 1991, Dioses del sueño. Ed. Cuarto Propio.

– 1996, Los Círculos, 2ª edición. Ed. La Trastienda.

– 1999, Llaves para una maga. Ed. La Trastienda.

– 2003, De ánimas y mandas: animitas chilenas desde el subsuelo. Proyecto Fondart Regional.

– 2005, La Tierra de los arlequines, ese arco que se forma después de la lluvia. Para la exposición

Marionetas de la pintora María Paz Valdivieso.

– 2005, La Generación de las Palomas. Ed. La Trastienda.

– 2008, Cuarenta años de Poesía. Antología hecha por Raúl Zurita.

(Muchas de estas obras han sido traducidas al Inglés, Francés, Italiano, Alemán, Chino (Universidad de Pekín), Croata, Húngaro y Checo.

Libros Inéditos:

Los Niños de la Tierra, Premio Fondart, (Fondo de la Cultura) 1993.

Haiku o El Libro de Las Conternaciones.

Antologías:

Hoja de Poesía Sacra del Episcopado de Chile.

Antología de Poesía Religiosa Chilena, por Miguel Arreche y Rodrigo Canovas del Centro de Estudios de

Literatura Chilena-Ediciones Universidad Católica de Chile.

Premios:

– Premio de apoyo a la Creación Literaria, Consejo Nacional del Libro y la Lectura 2004, para la creación

del Libro “La Generación de las Palomas”.

– Primer Premio en el Concurso Literario a nivel Nacional “Rostros de Chile”.

– Premio FONDEC, (Fondo de la Cultura) 1993

– Premio de la Academia de La Lengua por el Libro “Los Círculos”, septiembre 1989.

– Homenaje a Astrid Fugellie por Ernesto Livacic, por Premio de la Academia de La Lengua.

– Diploma de Honor en el Concurso Literario “La Prensa Austral”.

Poemas:

La muerte de Varinia

Del corredor, Varinia,

queda la tierra.

Angosturas de alambre

deshojan el pasto

donde mudé tu cuerpo.

El camino que las manos recorrieron,

es la flor que nace de los ojos.

De la pieza, Varinia,

queda lo blanco,

la torre,

los cubos.

Planto la cruz en tu espacio.

De la casa, Varinia,

la piedra fértil,

tu sueño.

* * * * * *

Las cortinas de la nieve

Poema cinco

Apegada a tu cuerpo

mi actitud de entraña

cubre la puerta.

Elegí esta calle blanca

sus techos

empapados.

Única condición

para cubrir de lámparas

mi oficio.

Es otra jornada

en el sur.

Nueva,

como un barrio perfilado

y más cercana

a mi primer origen.

Aquí te encuentro

cuando inicias el trigo

para darme formas.

La raíz y el árbol

Poema ocho

Tierras de carne

como tus manos

y tus surcos.

Torrentes de vida

cuando sigues con tu paso

de madero.

Los de tu pueblo

caminan sobre villas

y manzanos.

Habitantes lampáreos

de los sueños.

* * * * * *

La mejor cena

En el corazón entretenido de la sobremesa,

el Hombre propuso:

“Reemplacemos este vino Amargo

por Faroles”.

Entonces,

todos los hombres colgaron de la luna

sus sombreros

y sus capas grises.

Después corrieron y saltaron, como niños,

por el mundo.

* * * * * *

La desollada

• Vivirás las costas que dan a la Isla

de los Fuegos.

Soy huesa santa, me parieron aquí,

sin consulta previa.

Me vomitaron y después dijeron:

• ¡Salud!, hasta que te crezcan

gusanos y flores.

Óyeme, mírame desollada:

El primer hueso indigno que llevo puesto

es la cicatriz en el vientre que me trajo.

A la Fiesta Negra, el segundo hueso,

el tercero

y los despreciables que le siguen

se dejaron caer en advénticos discursos:

• Formarás una familia de dos hijos varones, un perro sin edad aparente y un conejo que de improviso morirá destrozado por el hocico necio del canino.

Me movilicé, entonces, arrastrando

el tintinear de mi osamenta,

tajada de campana que llama a misa de gotitas

a animales y muecas.

* * * * * *

Angelina Quilleleo

• Se me han endurecido las palabras, rezongó Angelina Quilleleo.

Luego agregó, con la frente clavada en el confesionario:

• Cuando era moza podía hablar de los ojos con los árboles, de los troncos llorosos de la luna, de las caras de las tortillas madurando sobre el fogón.

Entonces los campesinos y el runrún de los Temus me decían:

• ¡Qué bien cantas con palabras Angelina Quilleleo!

Un día, cuando en abril era julio, un mercader me refirió

la capital: “Es un hechizo, dijo: los edificios son espejos

encantados. En ellos puedes verte de cuerpo entero o al revés,

(con la cabeza pegada al pavimento y

los pies como perdidos en el cielo).

Además, no escasea la harina, ni la azúcar, ni la plata”.

• Me vine, pues, señor cura, susurró Angelina Quilleleo, porque el Norte era la tierra de los elegidos.

• Pero no había azúcar, ni harina, ni plata y los edificios me daban el mismo miedo que alguna vez me inspiraron los chuchúes que habitaban los cuentos de mi abuela Fresia, que además de vieja y pobre, era sabia.

• Y así, las palabras se me enduraron y he debido hurtar menestras a la mala muerte.

• Confieso que he pecado, sollozó Angelina Quilleleo.

La ventanilla del confesionario de abrió. El cura y la mujer

se miraron.

El cura, con visibles hilillos de sangre en la frente, dijo:

• Anda mujer, no hay penitencia.

* * * * * *

Lucrecia Millapi

Fresia Millapi tenía una hija llamada Lucrecia. De la voz de Lucrecia Millapi se decía: Es dulce como el canto que se aprende de la cuyuca. Y de su pecho emotivo: Se lo prodigaron las loicas.

Lucrecia Millapi ayudaba a su madre. Cuando ambas salían cargando las sábanas, las pobladoras secreteaban: Se le parece a los ángeles.

Lucrecia Millapi murió siendo niña y Fresia, su madre, lloró tres largos días y tres noches largas, al cabo de los cuales le sobrevino el consuelo: Bueno, pensó la mujer, Lucrecia no merecía mi suerte.

* * * * * *

Del cuervo que resplandecía como el fuego

En la noche secreta de los hincados, el cuervo que resplandecía como el Fuego, ahuyó como lobo echado a pocos pasos del tímpano.

Traspasada la mojada memoria, fijó sus ojos de ladrón en las desérticas sombras desolladas, e inició el atisbo.

Sacrificando al cordero de los vientos no escuchó el “¿por qué me castigas?”

Así, encerrado en su corto cerebro, abrió el pico a través del agujero redondo del cielo, y partió a la Luna de las lunas en dos mitades que tomaron la forma de dos pálidos pechos.

Desde ese día, la Luna de las lunas sangró y sus coágulos llanteados, fueron caminos-infinitos de causas ocultas.

De tal forma – cuentan los sobrevivientes – al no hallar explicación a la Muerte, la Luna de las lunas creó sus propios dioses, los que deambulan por el suelo del cielo y tachonean rezos sobre el suelo de la tierra.

* * * * * *

Los diez mandamientos

1

Cruzar montañas vestida de tribuna.

2

Dormir y amanecer en bodegas de cielo.

3

Caminar calles muertas al filo de la lluvia.

4

Beber agua turbia en ayunas, junto a una piedra quemada.

5

Preguntar por la niña con olor a magulladuras.

6

Ir tragando el azufre hasta que, tarde abajo, canten las viudas de corazón piadoso.

7

Intentar tener en medio de las sombras el alma como una tienda de música.

8

Preguntar a la gente el oficio y la costumbre con esta cara que el Diablo me presta.

9

Saber, en definitiva, en qué tierra se nace para que este Lunario no lleve mirada de difunto.

10

Luego

sentarse.

* * * * * *

Ángel

Un ángel bebe de pezón negro

los hábitos del sueño.

Detrás del seno

esperan para matarle.

Pero la rosa de su boca

no sale ni escapa.

Tampoco sus manos

llevadas de fiesta.

Al sueño, se entrega cercado

ensangrentado de flores.

* * * * * *

La historia negra

Algo te hirió en el cuerpo, paloma sí,

en las alas:

Una daga en el desencanto de la vida

y tu cabeza cayó, y tus ojos.

En el dolor hubo otro dolor acurrucado

y otro, y otro mismo en el nido de las décadas

que moraron en las moraduras

en el golpe de esa historia,

de esa cueca larga y viuda

de esa ramada sin raíces,

de esa fiesta negra:

la infeliz.

Ay paloma qué tristeza.

Algo te hirió en el cuerpo, paloma sí,

en el alma.

* * * * * *

El despiadado

Yo vivo

con la muerte roja de un perro.

Perro eterno. Calle sucia y doblada.

Yo vivo

con la piel impenetrable de los odios.

Piel gruesa y larga.

Yo vivo

con la muerte gris de un asno ciego

rodeado de admiradores

que tienen moscas en la oratoria.

En el pueblo de los arlequines

por los edificios rotos

yo, el rey y el reino

desangrando los álamos

gota a gota.

* * * * * *

Reloj de pared

¡Cada bicho me lo asustas

y yo regreso sin nada!

Gabriela Mistral

Adosado al muro de la cocina aquel reloj era único y admirable.

Su camino fue siempre pasar de familia en familia:

Mi abuela, mojada de aguas, se lo obsequió a mi madre,

mi madre, fría de lluvias, me lo entregó.

Lo dicho sucedió en un abrir y cerrar de ojos

porque la vida es fugaz.

Lo colgué en la pared de la cocina.

Por sus movimientos uniformes cantaban los grillos.

Me deleitaba mirarlo cómo medía los tiempos, cuando

en esos domingos de guardar, yo preparaba el almuerzo

para los hijos y los nietos.

Lo recuerdo perfectamente.

Era redondo, con leves destellos dorados.

Le había jurado a mi madre que, recogida en humedad,

se lo daría a mi hija;

pero sucedió de repente;

yo huí de la casa asolada una noche imprevista

y el reloj se quedó largamente impávido esperando

colgado a la muralla de esa cocina.

Fernando Sabido Sánchez



3 comentarios
  1. nara osés

    me ha encantado! donde conseguir sus libros?

  2. Margarita

    Tus poemas lloran en mi alma derramandose por mis entrañas hasta llegar a la puerta de mi sagrario.

  3. admin

    Querida Nara: los libros de Astrid Fugellie estan en las Librerías Carrera y Bello de Lom Ediciones, Santiago-Chile.

    ¡Un beso!

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