El verdadero problema del sistema educativo español

Por Aníbal de la Torre

Fuente: adelat.org

Siempre he odiado cuando las personas intentan dar interpretaciones o soluciones sencillas a problemas complejos, bien mediante recetas inútiles o sesgos descaradamente ideológicos. Nuestro sistema educativo es otro de los ejemplos donde todo el mundo se empeña en demostrar saber dónde está el problema. Sin embargo, dado mi odio hacia esas tendencias, jamás me he atrevido a mojarme intentando analizar la gripe crónica de nuestro sistema educativo, con su correspondiente virus, estado febril, analgésico y mutaciones varias…Pues hoy me apetece analizar el lado negativo de la cuestión:

La sintomatología

  • ¿Alumnos que saben menos mates y lengua que antes?
  • ¿Alumnos que siguen sin saber ni el más pequeño ápice de inglés?
  • ¿Acoso escolar y violencia en las aulas?
  • ¿Profesión docente por los suelos con altos índices de depresión, ansiedad y derivados?

El virus

Los múltiples desarrollos legislativos recientes en España, han pretendido desarrollar un modelo educativo acorde con el nuevo modelo de sociedad en la que surfean nuestros jóvenes, que escape de las típicas clases magistrales y en el que el alumno aprenda mediante mecanismos cercanos a la investigación, descubrimiento, etc. Sin embargo, los cupos de enseñanzas mínimas negociados entre Gobiernos Centrales, Autonomías, Partidos Políticos, Poder Religioso, Colegios Profesionales, Asociaciones de Madres, Sindicatos, etc. han hecho que para garantizar los intereses de todos (menos los de los alumnos) las enseñanzas finales que han llegado a las aulas hayan venido completamente cerradas y orquestadas por pedagogos teórico-incompetentes del lado de las editoriales.
Luego el divorcio entre el modelo pedagógico-legislativo (apoyado por administración, Redes de Formación y sectores innovadores) y la realidad didáctico-editorial de las aulas (objetivos, contenidos, conceptos, procedimientos, actitudes, criterios de evaluación, etc.) ha estado servido desde los comienzos de la transición. Es decir,
hemos tenido leyes constructivistamente paridas, con desarrollos normativos completamente conductistas.

La fiebre

Este síntoma es el que verdaderamente nos marca la importancia de las enfermedades comunes. Y nuestro sistema educativo ha tenido fiebre siempre, pero los paños que se le han puesto han sido muy calientes en vez de fríos. La sociedad actual familia de hoy en día ya no puede hacer «carrera» de sus jóvenes, por lo que declina cualquier responsabilidad educativa en las escuelas e institutos:

  • Si los jóvenes no respetan, los centros educativos deben enseñarles a hacerlo mediante procedimientos adecuados.
  • Que los jóvenes fuman: campaña en los Centros.
  • Que los jóvenes se drogan: campaña
  • Que se les pega a las mujeres: campaña
  • Si el niño es un delincuente, el sistema educativo público ha fracasado
  • Si le quedan ocho: le tienen manía
  • Si ensucian las calles con la botellona: optativa de ciudadanía
  • etc., etc., etc.

Evidentemente, todo esto NO está afirmado en sentido peyorativo; si la sociedad tiene una demanda educativa, ésta debe ser absorbida inmediatamente por el sistema educativo, pero como mero complemento a la formación que nuestros pequeños reciben en el resto de contextos, con la familia a la cabeza: que levanten la mano los padres que les inculcan a sus hijos la idea de que «si van de botellona, que van, que ni se les ocurra dejar en el suelo los restos de la misma». Desde mi punto de vista esto ha hecho que el mencionado sistema pierda la identidad propia necesaria. Un SISTEMA EDUCATIVO, tiene que ser un referente socialmente estructural y no un pozo donde políticos y familias arrojen continuamente las piedrecitas de sus frustraciones. Tendría que ser al revés: la sociedad debe extraer de su sistema educativo lecciones extrapolables al resto de actividad.Incluso funcionalmente, la escuela debería haber sido mucho más autónoma de lo que se le ha permitido ser; por supuesto, las normas de funcionamiento de los Centros deben fraguarse siempre de forma integrada con el contexto social. Pero las administraciones han pretendido de manera demasiado frecuente que los centros educativos ajusten sus normas y procedimientos de funcionamiento a cada corriente política y/o social que se ha movido por las neuronas de los pedagogos de turno.

Insisto, la escuela en España, no presenta ningún signo de identidad institucional ni de referente social, lo que está produciendo una pérdida de respeto hacia la misma. A lo mejor estos requisitos pueden parecer excesivos o contraproducentes; si es así, al menos es difícil oponerse a la idea de que el SISTEMA EDUCATIVO debería gozar de una posición privilegiadamente autónoma. Una de las principales demostraciones de que esto es así es que la mayoría de los centros educativos españoles es completamente distinto de como lo era hace dos o tres años y a como lo será dentro de otros dos o tres.

Las TIC como antibióticos

Los políticos siempre han demostrado mucha sensibilidad hacia lo educativo, y aunque intencionalmente positivos han demostrado cierta incompetencia manifiesta. Todos y cada uno de ellos han intentado colocar su correspondiente paño caliente sobre el anterior para remedar determinado aspecto, lo que termina consiguiendo que la fiebre quede estabilizada en valores altos debajo de innumerables paños superpuestos. Las TIC es un claro ejemplo de esta forma de actuar: la idea es dotar los centros educativos con tecnologías adecuadas para a ver si de esa forma el profesorado encuentra la fuente de inspiración necesaria para que las cosas mejoren. Y no nos debemos engañar, se notan cambios significativos en cuestiones relacionadas con la gestión administrativa del alumnado y con la potenciación de los «otros» planes de los Centros (paz, violencia de género, coeducación, sida, etc). Pero la repercusión que el uso de las TIC tiene como motor de cambio didáctico dentro de las aulas es prácticamente nulo.

La razón es bien sencilla y tiene mucho que ver con el virus: los profesores se ven en la obligación de mantener las estructuras curriculares actuales a la hora de aplicar las TIC, y eso es tarea sencillamente imposible. Intentan que los alumnos sigan aprendiendo los conceptos marcados en los libros de texto ahora mediante ordenadores, lo que les lleva a una frustración inmediata: no encuentran materiales apropiados, el tiempo se convierte en la baza más importante, se dedican un curso o dos a producir sus propios e inútiles materiales, etc.


Un ejemplo ficticio:

  • Un profe español de biología con ordenadores en el aula que está explicando la herencia, gasta cinco horas de clase en completar el tema del libro de texto a todo carajo, y en la hora de clase que le ha sobrado presenta a los alumnos una animación en flash y les pide que escriban una entrada en un blog resumiendo los principales aspectos que han aprendido en el tema. Por supuesto, la séptima hora es dedicada al necesario examen.
  • Un profe británico usa cinco horas de clase para que los alumnos, en grupos de tres, construyan un blog dedicado a la herencia. Cada uno de ellos escribirá una entrada en la que defina un concepto proporcionado junto a las fuentes donde poder encontrar información necesaria. De la misma forma, tendrán que escribir de manera obligatoria un comentario en el blog de otro de los grupos completando, corrigiendo o debatiendo alguna cuestión; además tendrán que buscar en grupo un mínimo de dos noticias en Internet relacionadas con la herencia y reproducirlas de la forma más personal posible en sus blogs, intentando relacionarlas con los conceptos tratados. Esto puede parecer utópico, pero cuando se convierte en un modo de trabajo cotidiano y generalizado pasa a convertirse en una realidad.
    La sexta hora se dedicará a realizar problemillas tradicionales de la materia y en la séptima se comentarán los resultados obtenidos en la evaluación realizada mediante la correspondiente rúbrica y se les pasará un examen de los problemillas realizados.

La cura

Sabemos que la gripe no se cura, simplemente desaparece, ¿o es que pensabais que después de haberme mojado como lo he hecho voy también intentar solucionar la cuestión? Aunque no estaría mal dar un par de pastillas de paracetamol para paliar la sintomatología:

1.- Hay que romper completamente con los desarrollos curriculares actuales. Éstos deben estar formulados casi de manera exclusiva mediante objetivos y punto: las instituciones deben especificar los objetivos que deben alcanzar nuestros alumnos y el resto del desarrollo se debe construir de manera natural. Al perder mucho control la administración con esta idea, lo que debe de hacer es montar mecanismos eficaces de control sobre el grado de consecución de objetivos que están siendo alcanzados en cada uno de los rincones de nuestros Centros. Y no cabrá argumentar el tipo o clase social de alumnos que tenemos para justificar la ausencia de resultados; este análisis debe ser previo, es decir, como los alumnos que tenemos son estos, nos marcamos estos objetivos adaptados a ellos, pero los logros deben ser evaluados siempre en función de competencias profesionales. A lo mejor con un grupo de compensatoria se hace necesario construir un huerto escolar con una redacción paralela sobre lo que se ha hecho, pero los tomates hay que comérselos.

2.- La formación del profesorado, innovación, creación de materiales, experiencias interesantes, ideas, etc. deben construirse completamente pensando en un nuevo modelo de transmisión de conocimiento. Hay que desarrollar YA mecanismos efectivos en el que el conocimiento del profesorado esté completamente conectado, aunque distribuido. Es decir, debe existir en Internet un Centro único donde se deposite todo el saber de los miles y miles de profesores existentes; se están desaprovechando muchos esfuerzos, duplicando por decenas de veces el trabajo, reinventando la rueda una y otra vez. Y esto no puede ocurrir en una sociedad con el potencial tecnológico de la actual; las administraciones con competencias en educación tienen que trabajar de forma unívoca hacia un modelo tecnológico que garantice de manera eficiente la conexión entre toda la producción profesional existente en ámbitos docentes.

3.- He querido separar este punto del anterior, aunque realmente lo complementa. Esa «concentración» de conocimiento distribuido debe ir acompañada de una apuesta definitiva por el conocimiento libre. Hay que decirle al profesorado mediante los procedimientos adecuados, que basta ya de que nuestros tesorillos se pudran en lo más profundo de nuestros discos duros o carpetas de cartón azul; la producción de material didáctico no da hoy en día ni para pipas, y el publicar algo en cualquier medio de prestigio proporciona un mérito irrisorio al lado del esfuerzo que suponen las producciones.
Hay que compartir generosamente y no tenemos que tener miedo sobre la calidad de nuestros trabajos: cuanto más modestos sean, seguro que serán comprendidos por más personas y, por tanto, tendrán mayor utilidad.

4.- Hay que dotar al sistema educativo en general y a los centros educativos en particular de una identidad propia; ya está bien de ficticias finalidades educativas, de planes y programas. Me da igual que se construya un modelo más democrático o menos, que a los alumnos se les expulse más o menos, que las puertas se cierren más o menos, que las madres participen más o menos, que la asignatura de tecnología tenga más o menos horas o que las horas de religión sean lectivas o no. Antes me preocupaba muchísimo de todos y cada uno de esos aspectos y de los cientos que no he citado, pero ahora no tanto; no quiero pensar en que me estoy contagiando de la apatía ideológica de nuestros jóvenes, pero quiero que cuando nos levantemos por las mañanas alumnos, docentes y padres, nos dirijamos hacia «EL CENTRO EDUCATIVO» y sepamos todos a qué atenernos sin que cambie, al menos, en las próximas cuarenta y ocho horas.




Un comentario
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