Las Cruzadas IX. Tiempos de discordias: se prepara el futuro
Para aprestarse a defender Damasco, Buri llama en su ayuda a algunas bandas de nómadas turcos y de tribus árabes; pero como sabe que si no entran pronto en combate acabarán realizando pillaje en los alrededores, se lanza contra los frany que han sido vistos forrajeando desprevenidos y logra ponerlos en huida, tras realizar un cuantioso botín. Balduino II reúne a sus tropas para recobrarse de esa afrenta y poder tomar Damasco; pero una lluvia feroz empantana los campos y hace imposibles los movimientos de la tropa, con lo que el rey franco se desanima y manda retirarse. Buri, que tanta desconfianza había generado con su llegada al poder, ha conseguido, sin embargo, vencer a sus dos principales enemigos: los frany y los asesinos. Pero estos últimos no le van a perdonar. Un día llegan dos hombres vestidos a la turca que dicen buscar trabajo y Buri los contrata para su guardia personal. Van a resultar ser dos asesinos enviados desde Alamut para matarlo y conseguirán acuchillarlo en el vientre. Será tratado en uno de los excelentes maristanes (hospitales) que existen allí y que son la admiración del resto del mundo, pero su obstinación por cabalgar cuando todavía no se había cerrado la herida tratada por los cirujanos, lo llevará a la tumba.
al-Din-Zangi llega con refuerzos musulmanes
El breve, aunque eficaz, reinado de Buri va a dar paso a una de las personalidades más destacables de aquel periodo: el atabeg Iman al-Din Zangi, nuevo señor de Alepo y de Mosul. Son tiempos de conflictos entre árabes y turcos, en los que tanto el califa como el sultán han muerto y sus hijos se enredan en conflictos entre musulmanes. Zangi, que había sido llamado como general para luchar del lado del sultán contra el califa, consigue vencer y como recompensa se le confía el gobierno de Alepo y de Mosul. Aunque le acompaña cierta mala fama de borracho y pendenciero, Zangi va a cambiar las costumbres decadentes de sus antecesores, rodeándose de consejeros inteligentes en lugar de aduladores, guerreando sin cesar, cambiando su residencia con frecuencia y manteniendo una vida, en general, austera y activa. Es exigente consigo mismo y con los demás y mantiene una estricta disciplina en su ejército. Realiza tres gestos simbólicos par dejar claro que no está de paso y que quiere fundar un estado firme y que perdure: se casa con la hija de Ridwan (como sus antecesores), manda traer los restos de su padre para enterrarlos allí y consigue un documento oficial del sultán que le confiere autoridad indiscutible sobre toda Siria y el norte de Irak.
Melisenda recibe el trono de Balduino II
Mientras tanto, entre los francos está surgiendo la discordia: Bohemundo II muere en una batalla y cuando llega la noticia a Antioquía, su viuda Alicia (hija del rey de Jerusalén, Balduino II), que ha nacido en Oriente y no se siente europea pues nunca ha conocido Europa, toma el poder con ayuda de los cristianos armenios, griegos y sirios e intenta ponerse en contacto con Zangi para que le ayude, prometiéndole, a cambio, reconocer su autoridad; sin embargo, el mensajero que lleva la carta para Zangi es interceptado por azar por la gente de Balduino II, que manda ahorcar al mensajero y corre con su ejército hasta Antioquía para deponer a su hija que apenas ofrece resistencia. Pero poco después muere el rey de Jerusalén y su sustituto (casado con Melisenda, la hermana mayor de Alicia, pues Balduino II no había tenido hijos varones que le sobrevivieran) sufrirá otra rebelión encabezada por Alicia. En Palestina, por su parte, surge otro conflicto motivado por el enfrentamiento entre los partidarios del rey de Jerusalén y los del amante de su esposa, un caballero llamado Hugo de Puiset. Este último, sintiéndose amenazado, busca el apoyo de los fatimitas egipcios que le ofrecen tropas contra el rey de Jerusalén. Entre tanto, Ismail, hijo de Buri, toma por sorpresa la fortaleza de Baniyas que los asesinos habían entregado a los frany.
Sin embargo, esta situación que podría ser tan favorable para el avance musulmán, tampoco será aprovechada por estos, pues vuelven a surgir divisiones en su seno con enfrentamientos entre el califa al Mustarshid y el sultán Mahmud, a cuyo servicio combate Zangi. Esta vez, al contrario de lo sucedido cinco años antes, serán las tropas de Zangi las derrotadas por las del califa, pero en esa derrota hay un hecho que va a marcar el destino de lo que está a punto de ocurrir en el mundo árabe: cuando el atabeg Zangi está a punto de caer en manos de sus enemigos, un oficial kurdo, gobernador de Tikrit, de nombre Ayyub, en lugar de intentar ganarse el favor de su califa entregándole a su gran enemigo, ayuda a éste a cruzar el río para que pueda escapar de sus perseguidores. Ese gesto caballeroso le ganará la amistad perpetua de Zangi y va a preparar el camino para el hombre que conseguirá unificar a los musulmanes y ponerlos en el camino de la victoria; se trata del hijo de Ayyub: Salah al-Din, más conocido como Saladino.