OSCAR 2011, Un Oscar para el aburrimiento
Una de las ceremonias más aburridas, tediosas y políticamente correctas de los Premios de la Academia de Hollywood sólo podía acabar con el triunfo de una buena película, sin más, “El discurso del rey”, que tampoco quedará para la historia por su generosa aportación al cine y sí por ser una cinta formal, amable y también políticamente correcta en los parámetros que casi siempre se mueven los premios Oscar. Se llevó cuatro estatuillas “gordas”, la de mejor película, mejor director, Tom Hooper, mejor guión original y mejor actor protagonista, Colin Firth, por lo que se puede decir que fue la absoluta triunfadora de la noche. Una noche encabezada por dos presentadores jóvenes, Anne Hathaway y James Franco, que suponían una verdadera incógnita a la hora de llevar con mayor o menor ritmo, con mayor o menor gracia, con mayor o menor picante las tres horas largas de ceremonia. Y está visto que el revuelo creado por Ricky Gervais en la Gala de los Globos de Oro estuvo muy presente, porque si él consiguió que al día siguiente sólo de hablara de sus peculiares gracias, muy aplaudidas por el sector más liberal de la industria, en el caso de los Oscar la pareja de actores aburrió al personal con intentos desesperados de sacar una sonrisa aludiendo a la madre de ella y a la abuela de él. Como de la noche al día. Y así transcurrió toda la ceremonia, no demasiado larga en el tiempo pero que se hizo larguísima a más no poder con su ritmo plano, soso y exasperante.
Dentro del tedio general, hubo un momento mágico, especial, de esos que te hacen despertar en la espesa noche, justo cuando la actriz Melissa Leo obtenía su premio a la mejor actriz secundaria. No podía creer que fuera ella la agraciada y aún menos que el mismísimo Kirk Douglas, un mito viviente, uno de los milagros que nos ha regalado el cine, fuera el encargado de entregarle la estatuilla. El protagonista de Espartaco nos regaló el momento nostálgico de la gala, la imagen que se nos quedará en la retina entre el aburrimiento general, con su simpatía y su buen humor, saltándose cualquier tipo de protocolo, mostrándose él mismo, sin ataduras de ninguna clase, muy por encima de todo lo que hubo antes y después, los cual no es decir nada positivo de los jovencitos presentadores de la gala. Y esa estupenda actriz, que lo borda en “The figther”, podrá contar a sus descendientes que un día recibió un Oscar, y encima de manos del gran Kirk Douglas. Incluso tuvo que decirle al actor que le pellizcara porque no podía creerse lo que estaba viviendo y se le escapó un “taco” que fue censurado al instante por la puritana organización.
La gala, que cada minuto que pasaba nos hacía soñar más con la cama ante el sopor de los discursos formales de los ganadores y los continuos cortes para la publicidad, al menos recuperó algo de emoción cuando las dos películas favoritas “El discurso del rey” y “La red social”, ganaron cada una de ellas el premio al mejor guión original y adaptado respectivamente y dejaba muy claro que la gran vencedora de la noche no se sabría hasta el final, o mejor dicho, cuando llegara el momento del Oscar al mejor director, antesala inequívoca de lo que va a ocurrir después. La compleja “Origen” no contaba en las quinielas y sí para premios técnicos, que se llevó unos cuantos, la maravillosa “Toy Story 3” ya había recibido su reconocimiento con la estatuilla a mejor película de animación, y los tradicionales académicos no iban a consentir que una cinta de dibujos animados se hiciera con el premio final; “The figther” y “Valor de ley”, estupendas historias podían suponer las grandes animadoras de la ceremonia, pero visto el panorama no parecía la noche de las sorpresas; Cisne negro no contaba para cumbres tan altas y las demás estaban de simples comparsas, por lo que la historia del rey tartamudo que se supera a sí mismo y los entresijos del origen de la gran red social facebook, con esos jóvenes que repelen nada más verlos, se tendrían que disputar entrar en la historia de los Oscar con letras mayúsculas… o minúsculas.
Por tanto, llegado el momento de oscarizar al mejor director se desveló la incógnita. Una noche tan políticamente correcta sólo podía reconocer la historia amable, simpática y agradecida del rey Jorge VI en su lucha contra su problema. Su buena distribución, su notable crítica general y sus dos maravillosos actores suponían excusas perfectas para que la película de Tom Hooper se convirtiera en la gran triunfadora de la noche. Casi a las 6 de la mañana en España se daba por bueno el resultado. Ya nadie esperaba que en esta edición se dieran revoluciones extrañas de otras ocasiones donde un actor o actriz negro ganaran un Oscar (no estaba ninguno nominado), o se premiara una película de bajo presupuesto o procedente de la India. El discurso del rey no se puede decir que fuera mala película aunque dejara un sabor insatisfecho en el paladar cinéfilo. Claro que La red social nos dejaba una historia trepidante, casi increíble, muy bien dirigida por David Fincher, pero con unos intérpretes que no convencen, que no se acercan al espectador y mantienen una distancia enorme, tanto que es imposible implicarse en la trama que se traen entre manos. Porque al final el espectador defensor de Factbook no se siente cómodo de formar parte de una red social que genera tanto dinero repartido entre unos pocos listillos que lo crearon, y además con juicios incluidos, y el que no cae en las redes, nunca mejor dicho, ve que el asunto le interesa poco o nada y en todo caso le resulta repulsivo.
Si el premio a la mejor película y director podían ser debatibles, no se puede decir lo mismo sobre los cuatro galardones de interpretación. Christian Bale y Melissa Leo están inconmensurables en sus papeles secundarios de The fighter y los principales Colin Firth y Natalie Portman bordan sus personajes con dificultades que intentan sobreponerse a todo lo que se encuentran en su camino, incluso a ellos mismos. Firth da vida a un individuo de la realeza que no cae simpático al principio, a pesar de su tartamudez, por su apariencia frívola y seria, pero al final se va ganando el afecto de la gente con su espíritu de superación, con su empeño en demostrar que las barreras no existen si uno se lo propone. Un personaje que encanta a Hollywood. Por su parte la angelical Natalie Portman crea un personaje extremadamente complejo, metódico con su trabajo que es capaz de lo mejor y de lo peor en función de su estado mental en cada momento. La actriz ya había demostrado su talento con creces en muchas otras ocasiones, con registros muy distintos a pesar de su juventud, desde que era una niña, y ahora embarazada y mucho más madura nos regala una exhibición interpretativa, sin caer en el exceso, midiendo cada gesto, cada movimiento y cada mirada. Un merecidísimo Oscar.
Uno de los momentos más esperados de la gala anual de la Academia es la glamorosa alfombra roja que, una vez más, nos dejo modelitos de todos los gustos y colores. Parece que la opinión generalizada y especializada aprobó las elecciones sencillas y elegantes de Halle Berry, Scarlett Johansson o Cate Blanchet, y suspendió el gusto de Penélope Cruz, de Helena Bonham Carter o Nicole Kidman. Cualquier opinión es válida y lo que conviene en este caso es juzgar las interpretaciones de las estrellas, aunque no es menos cierto que se mueve tanto dinero en el vestuario que igual habría que inventar una estatuilla al mejor modelo de la noche.
En definitiva, antes de esta 83ª edición de los Oscar aceptaba con cierta resignación las críticas que ceremonias como ésta suelen recibir, por su extensa duración, por las interminables presentaciones de las películas nominadas, por números musicales largos que cortan el ritmo de la noche y por un sinfín de bloques de publicidad de la televisión estadounidense, pero siempre me quedaba con la parte positiva de la fiesta anual del cine americano, de una industria que nos hizo soñar en décadas mucho mejores, en los, 30, 40 ó 50, donde cada año aparecían media docena de obras maestras o películas imprescindibles o imperecederas. “El discurso del rey” seguramente no habría sido ni siquiera nominada en 1939 con clásicos como “Lo que el viento se llevó”, “La diligencia”, “Ninotchka”, “El mago de Oz” o “Tú y yo”, por poner un ejemplo, pero simplemente por recordar aquellas ceremonias, más cortas y modestas, donde se juntaba tanto talento, merecía la pena seguir con la tradición hoy día con la esperanza de que la crisis, en este caso cinematográfica, algún día se acabe. Pero después de bodrios como la edición de los Oscar de 2011 uno ya se lo plantea todo…
THE KINGS SPEECH, Trailer